Por: Dr. Eleazar Ontiveros Paolini

Algunos manifestaron su sorpresa por la arbitrariedad gubernamental de decidir contra todo lo establecido en Constitución y Leyes, que la Universidad dejara de ser la responsable de pagar los sueldos de los miembros de la Institución, desvirtuando el principio elemental de que los salarios son cancelados  en todo el mundo por los “patronos” y en este caso lo es la Universidad.

Este nuevo atropello, un paso más  del régimen para de que todo dependa de él, nos hace recordar que desde un año después de fundado el Diario “Frontera” (12 de agosto de 1978) escribimos semanalmente una columna que en su tercer periodo dimos por llamar “Razones y Pasiones”. En esas columnas, en el año 2000, asumimos,  en varias entregas, partiendo de nuestras convicciones y análisis, la tarea de indicar que subyacía  desde las primeras verborreas de Chávez, un proyecto comunistoide bien pensado y pensado para alcanzarlo a largo plazo.

Mucho discutí que las extravagancias de Chávez al igual que las de Maduro en la actualidad, no eran ni son producto de algún toque de locura o de brutalidad, sino formas calculadas de ir avanzando con base en desviaciones de conductas estudiadas, sin llegar a pronunciamientos abiertos. Decía que era un proyecto destinado a convertir a Venezuela en un país gobernado por un régimen que ni siquiera ha dicho ser comunista, pero que en la práctica camina con firmeza para lograr su asentamiento definitivo. Reiterábamos que bajo las directrices de Cuba, Chávez empezaba, aunque disimuladamente y con la tapadera que representaba, a vender la idea de que se estaban concretando los ideales bolivarianos, zamoranos y robinsonianos, cubriendo todo con un manto de enajenador mesianismo y asegurando que el país estaba  dividido en “malos” (los no chavistas ladrones y corruptos) y “buenos” (impolutos seguidores del que alardeaba de ser una especie de Bolívar resucitado).

Con objetividad y a pesar de la incredulidad de muchos, se podía vislumbrar la intención de ir paso a paso, con sustento en la corrupción y el uso de la dádiva definida como justicia revolucionaria,  dándole al régimen un poder férreo, de manera tal que el Estado pudiera ir adueñándose y en función de ello administrando los medios de producción y de cambio; así como la potestad omnímoda de regular mediante la definición y aplicación de leyes, que le permitieran orientar las actividades económicas y sociales, y tener  el monopolio en la distribución de bienes y servicios. Y el consejo cubano era preciso: no habrá una verdadera revolución pues esta implica un cambio intempestivo, pero si una evolución revolucionaria para lo cual era imperio no presentar ni por asomo una decantación diáfana de los fines, ni la definición de una estructura que condujera a los mismos.

Era preciso lograr lo emocional y crear un enemigo despreciable: La burguesía, los ricos, los intelectuales, los grandes agricultores y ganaderos, porque, así pregonaba  el eslogan, estos no podían seguir usufructuando lo que por justicia le pertenecía al pueblo y a nadie más. Y por lo demostrado, todo lo pensado tenía un valor independiente de cualquier situación contradictoria. Es decir, que el cambio que se adelantaba y se sigue adelantando continúa siendo apropiado, independientemente de cualquier situación, incluyendo la depauperización del país, su desmoronamiento, su miseria, su falta de educación formal adecuada, pues Marx lo dijo y es santa palabra: “Las fuerzas impersonales de la historia por sí solas conducirán a la sociedad a un futuro mejor, de igualdad, fraternidad y justicia”.  Es decir, que las fuerzas personales, institucionales, individuales y políticas que contradigan tal principio no deben incidir en la historia.

Si profundizamos se nos dice que los procesos son inmutables, ajenos a la libertad y voluntad de los individualismos. Claro que entre nosotros esos principios son válidos para todos los ajenos a la cúpula dictatorial que si desata en todo momento un individualismo manifiesto, con lo cual medran y asaltan el erario público para obtener riquezas ostentosas y degradantes. La cuestión es válida, pero para los demás. Para estos basta hacerles estirar la mano de manera tal  que la bendición mesiánica le alcance las limosnas, quitándoles la capacidad de inventiva y de crítica, y para que sientan y protejan al “padrecito”, sus fámulas y adláteres, que generosos, comprensivos y democráticos saben que la necesidad obliga a estimar, sin que medie  decoro  alguno,  la dádiva que enuncian como un gran logro revolucionario.

Y ese caminar paso a paso para alcanzar y mantener el poder, se ha dado también con la universidad autónoma,  la cual es necesario llevar a un estado de deterioro de naturaleza tal, que termine por desaparecer, pues, lo dijo también Fidel, es  la trinchera  más peligrosa que le falta por someter al  régimen. Se empezó con la miserable actitud de evitar el funcionamiento adecuado aprobando presupuestos miserables, distanciados de la planificación que sustentaba lo solicitado por las universidades; impidieron realizar la elección de autoridades en función, como es lo legal, de nuestro propio Reglamento Electoral, teniéndose hasta en los sindicatos y asociaciones que recurrir a la aprobación del CNE, previa presentación de la data, con lo que la esencia gremial y sindical quedaba anulada; le quitaron a la universidad como patrono su potestad y deber de pagar los pasivos laborales, sacándolos del presupuesto; eliminaron el aporte institucional para los fondos de pensiones y jubilaciones; se arrogaron la absurda potestad de obligar a los becarios a hacer contratos con el gobierno y no, como es elementalmente lógico, con la institución en que trabajan.

Esto, por cierto, generó irregularidades de tal naturaleza que muchos becarios casi terminando su Maestría o Doctorado, tuvieron que abandonar sus estudios por no recibir con regularidad la beca para vivir; redujeron a un inconcebible monto lo necesario para el funcionamiento de la institución, impidiendo el mantenimiento  y renovación de equipos y demás necesidades de los laboratorios, lo que condujo a la reducción de la investigación de calidad, a la mengua de la actividad cultural y deportiva, a la desaparición de los comedores universitarios y del transporte estudiantil; a la imposibilidad del mantenimiento adecuado de la planta física; a la falta de actualización de las bibliotecas, en especial al privarlas de la adquisición en físico de revistas estandarizadas en todas las especialidades; obligaron a renunciar, dadas sus necesidades de mantenimiento, a cientos de profesores con estudios de cuarto nivel, sometidos a un vergonzante sueldo de unos 5 dólares, con lo cual no pueden supervivir, lo que solo logran cuando algún familiar manda algunos billetes verdes del odiado imperio; han provocado la emigración de destacados profesores e investigadores; ahora eliminan carreras humanísticas desvirtuando el sentido universal, en cuanto al conocimiento, que tienen las instituciones de Educación Superior, alegando que lo que se requiere es la formación de egresados que contribuyan al desarrollo del país, como si el pensamiento abstracto no haya sido uno de los grandes motores de  los adelantos del mundo.

Además, ¿cuándo recurrieron a la universidad para que asumiera programas del Estado, con lo que se reducían los costos y la Institución se favorecía?; han convertido a los vicerrectores administrativos en autoridades que durante todo el año tienen que rogar les sean cubiertas las necesidades básicas a la institución, máxime cuando es reiterativo el procesamiento de satisfacerlas con los créditos adicionales, negación plena de un manejo presupuestario adecuado; ahora, obligan a los profesores a abrir la página pomposamente llamada “Patria”, para cobrar sus  vergonzantes  salarios, pues también quieren que los universitarios sientan que dependen del Estado, sin la necesidad de los molestos intermediarios institucionales.

Pero todo está claro. A la universidad autónoma es necesario neutralizarla, pues ella, por esencia, es contestataria  y para serlo debe ser independiente, es decir, sin injerencia en su planificación y funcionamiento de gobiernos religiones, partidos políticos etc.  Quieren que las  instituciones, entre ellas las educativas de cualquier nivel, marchen al ritmo de la batuta que quiere  dirigir a la sociedad como el titiritero mueve a sus muñecos. Para ello es necesario evitar el debate, pues este, con plena seguridad es un procedimiento determinante en la neutralización de despotismos.

¿Qué hacer? Mantener la llama de la protesta, evitando que las cosas sucedan sin darle a la población argumentos para rechazar todo lo que le es inconveniente como sociedad. Hay que dar a entender que el fundamentalismo chavista y la indiferencia de muchos ciudadanos son obstáculos para que las argumentaciones nacidas del intelecto, del estudio, del análisis, de la experimentación, puedan cumplir el papel de dar a conocer en su plenitud los intereses y derechos legítimos derivados, que nos lleven a ser verdaderos demócratas en una sociedad democrática.

Eleazar Ontiveros Paolini, Presidente de la Academia de Mérida


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