Por: Dr. Carlos Guillermo Cárdenas D.
Lo vivido en las últimas dos décadas no tiene parangón en la historia de la universidad venezolana. Ha sido tal vez el momento más aciago para la educación superior. En todas las áreas, departamentos y cátedras, laboratorios de investigación y centros de estudios, la vorágine destruyó lo que tanto esfuerzo y constancia se construyó en años de estudio, con perseverancia, investigación y pasión. No es poco lo que se ha esfumado. Algunos aún quedan, pero la mayoría ha sucumbido a la ignominia de una jerarquía que pareciera que lo que toca lo destruye.
La tarea de reconstruir la universidad tomará tiempo y dedicación. Será tan ardua que exigirá la concertación de todos los sectores de las casas de estudio, para con todo el espíritu de lucha que ha caracterizado a la inmensa mayoría de los miembros de la comunidad universitaria, en una gran cruzada, la rescateremos.
Arreglar los jardines, pintar las paredes y reponer los sanitarios es sencillo. Reponer los insumos y materiales que requieren los laboratorios de investigación, será costoso pero rescatable. Lo más dificil y es el desafío que está por delante, será reponer el número y la calidad del personal docente y de investigación. Muchos, la inmensa mayoría han migrado en la diáspora que tanto ha afectado al país.
Departamentos han tenido desmembramientos hasta del 80% del personal académico. Consideración que también es extensible al personal administrativo, técnico y de servicio, tan necesario como el primero.
Se pregona que algunos nichos han mantenido, con dificultad y tropiezos, la actividad académica en expresión mínima. Es verdad, pero más que el empeño de la jerarquía nacional, es la pasión que el investigador y el personal docente impulsan por su responsabilidad y compromiso. Esto ha sido digno del mayor encomio y reconocimiento. El profesor con emolumentos magros para subsistir y para el combustible que lo traslade a la institución, con el esfuerzo encomiable, acude a sus posiciones institucionales.
La diáspora estudiantil alcanzó cifras inimaginables por su magnitud. Ahora los profesores tendremos que salir, en peregrinación, a captar a los jóvenes para que retornen a las aulas y salones de clase. Una asignatura básica de la Escuela de la Facultad de Humanidades y Educación tuvo apenas un inscrito, pero le comentó al profesor que no tenía recursos para el traslado para cumplir con la obligación como estudiante.
Esta será la universidad que estamos recogiendo. Habrá que refundarla, reconstruirla desde sus simientes. A lo que no existe dudas és que será otra universidad, con otros paradigmas y derroteros. Más pertinente e incluyente. Más exigente para consigo misma y para el enterno que convive con las instituciones universitarias. Su misión estará más consona con los problemas acuciantes que afectan la vida del país.
Qué desafío que los universitarios tendremos en lo mediato, que es hablar de mañana. Aquella universidad que de las ruinas rescató el gran rector Caracciolo Parra y Olmedo, llamado rector heroico, ese mismo “challenge” está por delante. Y nosotros como profesores de la noble institución del saber, con todos los universitarios, sin exclusión alguna rescataremos. ¡Volver a la universidad para salvarla!.
Dr. Carlos Guillermo Cárdenas D. Miembro Correspondiente Estadal de la Academia de Mérida.
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