RECONOCIMIENTO INSTITUCIONAL A BRENDA  SALDATE DE SILVA

Dr. Ricardo Gil Otaiza

Presidente de la Academia de Mérida


Hace más de un año leí (a propósito de un homenaje que le hicimos en estos mismos espacios a una connotada figura universitaria), lo siguiente: “Solemos rendir homenaje, no a las personas ni a las instituciones, sino a lo que ellas representan en un contexto y en un tiempo determinado. Homenajear implica reconocer en los “otros”: valores, impronta, huella, legado y, por ende, trascendencia”. Reconocimiento, nos lo dice el Diccionario de la Lengua Española (el DRAE), es agradecer. Nunca tan acertada una acepción lingüística. Esta tarde nos reunimos acá para agradecerle a Brenda Saldate de Silva su entrega a la ciudad de Mérida, a la Casa de los Antiguos Gobernadores y a la cultura, porque ella es una mujer de la cultura, una hacedora de portentos insertos en aquello que amamos y abrazamos como el disfrute estético de los sentidos. En ella se conjugan, por pasión y formación, dos variables fundamentales: administración y arte, y esto es lo que ha posibilitado el que hoy salga jubilada de la administración pública con un saldo a su favor y por la puerta grande; con el valor agregado de haberse erigido en un eje alrededor del cual han girado muchas de las actividades que en el orden de la cultura se han dado en este rincón del planeta en los últimos 25 años. Y si a todo esto aunamos su disciplina, su fuerza de carácter, su celo por el orden y su talento por lo que hace, no nos queda otra opción sino exaltar su impronta como gerente, y su huella imperecedera en todo lo que ha adelantado como parte de su labor institucional.

En Brenda deseo resaltar varios aspectos que no son observables en todo gerente cultural. En primer lugar, su sentido de pertenencia. Si bien sus ejecutorias han sido de carácter universal por responder al arte como lenguaje civilizatorio, sus anclajes y sus anhelos son (y siempre han sido) los de su institución. Brenda ha mirado por los ojos de esta casona, ha sido celosa guardiana de sus bienes, ha respondido con presteza y calidad al fin último de la Casa de los Antiguos Gobernadores y de la Academia de Mérida: ser puntos de referencia insoslayables a la hora del necesario cotejo entre el ayer y el ahora, entre lo que había y lo que hay. En segundo término, es importante destacar su sentido social, lo que se ha traducido en eventos (exposiciones y muestras, conciertos, recitales y salones) y en conceptos artísticos, que responden sin temor a equivocarnos a una labor que intenta dignificar segmentos poblacionales tradicionalmente marginados. Minusválidos, personas con dificultades de aprendizaje, niños y jóvenes del extrarradio, gente de los apartados rincones de la geografía regional, han tenido con Brenda durante este último cuarto de siglo múltiples oportunidades para mostrar al mundo sus talentos. En tercer lugar, su sentido de la responsabilidad. Para Brenda el deber está por encima de cualquier otra circunstancia (incluso personal y familiar), y para ella un sábado, un domingo o un día feriado no son obstáculos si tiene que estar en su sitio de trabajo para direccionar con su amplia experticia (y su mano segura) cada etapa de lo programado. En cuarto lugar, y no por ello menos importante, es su sentido de pertinencia. Cada actividad y cada ejecutoria llevadas adelante por esta dama del arte, ha buscado impactar positivamente el entorno institucional, cultural y social, para hacer de ellos puntos de referencia obligantes en el día a día de una ciudad con larga tradición en la pintura, en la escultura, en la música, en las letras, en la religión, y en las ciencias.

En lo personal, conozco a Brenda Saldate desde el año 1995, cuando toqué las puertas de su despacho para proponerle la presentación de mi primer libro, titulado Espacio sin límite. La recuerdo con claridad: severa pero afable, disciplinada y también flexible. Debo confesar que me llamó la atención su belleza y elegancia, así como su formación cultural rayana en densidad y erudición (no en vano me entero ahora que es graduada en Administración en los Estados Unidos y en Arte Puro en la Ciudad de México, urbe que la vio nacer, y que habla varias lenguas). Con su decidido apoyo la actividad se dio con éxito y guardo de ella extraordinarios momentos. Hace pocos meses Brenda me sorprendió con su extraordinaria memoria, al recordarme aquella presentación, y no pude menos que rememorar una iniciativa que marcó en mi vida un punto de inflexión, al ser la piedra de toque de una carrera literaria e intelectual que ha traído a mi vida decenas de libros publicados (34 hasta hoy) e inmensas satisfacciones (amigos e ignotos horizontes).

Me reencontré con Brenda al ser electo Presidente de la Academia de Mérida, y debo confesar que hallé a la misma mujer sencilla y afable de siempre: dispuesta apoyar y a enfrentar con gallardía las dificultades del día a día. Si bien estrechamos la comunicación debido a que nuestras responsabilidades así lo exigían, siento que he hallado en ella a una amiga, a una persona sensible e inteligente que se ha hecho ícono de la ciudad.

Brenda: que el Todopoderoso te conceda muchos años más para el disfrute de tu esposo, de tus hijos y nietos, y de todos aquellos que compartimos contigo la pasión por la cultura como una “cosmovisión”; como una forma de vida.

De más está recordártelo, querida Brenda, que ésta seguirá siendo tu Casa, porque el arte y la cultura en tus manos siempre hallarán un puerto seguro. Deseo que esta nueva etapa que comienzas, ahora que pasas a disfrutar de tu merecida jubilación luego de 28 años de labor, sea plena y feliz.

Con mi estima de siempre.

Dr. Ricardo Gil Otaiza

*Profesor Titular (J) de la Universidad de Los Andes. Presidente de la Academia de Mérida.

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