Por: Ec. José Manuel Quintero Strauss
Desde hace dos años, cuando fui seleccionado Coordinador de ésta actividad y que fuese suspendida por razones de fuerza mayor, en larga conversa y con la desinteresada, pero fundamental ayuda de un tovareño de solera y cante, el Embajador Eduardo Soto Álvarez había preparado unas extensas líneas, que ahora reduzco a su mínima expresión, por compartir en esta esperada Sesión, el acertado y estudioso análisis de un tachirense de excepción y un taurino a carta cabal: Don Pablo Andrés Duque. Con él me he reunido en muchas oportunidades, y hasta tuvimos una magnífica tertulia, incluyendo cena navideña, en La Molinera, casa de Don Hugo Domingo Molina el último día del año pasado, junto al Gobernador de Mérida, donde, con unos espirituosos ente pecho y espalda, hablamos sobre este Acto y ultimaríamos detalles los primeros días de enero en la Monumental de Pueblo Nuevo y los “pulimos” por decirlo de alguna manera en la pasada Feria de San Sebastián, donde el abrazo del triunfo se confundió con la multitudinaria alegría en el Coso de Pueblo Nuevo.
Bienvenido Don Pablo y toda su gente. Ya lo dijo el Sr. Presidente. Lo suscribo.
Me decía y lo escribió mi colega en la Diplomacia y compañero en diferentes Plazas de Toros del mundo, que no dejara de señalar en una Institución como ésta que reúne el Mundo Intelectual de la Cultura merideña en todas sus facetas, que no deja de ser curioso observar cómo, por estos días, en que se acercan las Ferias del Sol en su 50º aniversario, proliferan las posiciones en su contra, pero que ya no se conforman simplemente con oponerse, sino que además pretenden modificarla a su antojo, impedir la asistencia de aficionados a la plaza y, para colmo, prohibir, de un solo plumazo, la celebración de corridas de toros.
Tales actitudes que comportan una evidente violación de nuestros legítimos derechos como seguidores de la Fiesta Brava, no debieran presentarse en un país apegado a la legalidad y están reñidas con elementales normas de convivencia ciudadana. Pero este es un país sin estado de Derecho.
Esta conducta de grupúsculos minoritarios pero activos y funcionarios gubernamentales errados y arbitrarios, ponen de manifiesto un lamentable escaso de intelecto y repetir consignas foráneas o ejecutar ciegamente directrices políticas, ambas ajenas a nuestra tradición.
En todo caso, estas posiciones entran en franca contradicción con las de una gama de artistas e intelectuales destacados, que se han caracterizado por ser aficionados y muy buenos taurófilos.
Para ceñirnos a figuras nativas de Latinoamérica, pero con obra reconocida de alcance internacional, baste mencionar, por ejemplo, a cuatro de nuestros Premios Nobel de Literatura.
Pablo Neruda, Premio Nobel 1971, tuvo gran amistad con Pablo Picasso y editaron conjuntamente en 1960 el libro Toros, con copias de alta calidad de grabados taurinos realizados especialmente por el pintor y el poema El Toro, de Neruda, ambos renombrados artistas del Siglo XX. El libro es un esmerado trabajo, fina obra de arte y preciada pieza de colección.
Gabriel García Márquez, Premio Nobel 1982, solía asistir a Las Ventas (la Catedral del Toreo) y en una ocasión Joselito le brindó un toro, cuando el escritor presenciaba la corrida desde un burladero de callejón, el torero triunfó y el escritor exclamó: Faenas como esta salvan tres corridas, no solamente una. El Gabo, replicó en cierta ocasión a un opuesto a ultranza de la Fiesta Brava: Soy taurino y Premio Nobel… qué vas a saber tú de arte, cultura y tradiciones.
Octavio Paz, el mexicano Premio Nobel 1990, vivió en un barrio cercano a la plaza México y asistía a los toros, pero su afición se inició desde niño al ver torear a Ignacio Sánchez Mejías, el torero español cuñado de Joselito “El Gallo” en Puebla. En su obra hace atractivas alusiones a la Fiesta Brava, pero su afición quedó plasmada al definir el toreo como poesía en movimiento.
Mario Vargas Llosa, Premio Nobel 2010, tiene numerosas escritos y declaraciones a favor de las corridas, incluso declaró hace unos años a la prensa que si se abolieran las referencias a los toros, se empobrecería la poesía, la música, la pintura o la filosofía, puesto que la tauromaquia ha rociado prácticamente todas las manifestaciones de la creatividad artística y cultural.
Para hablar ahora de Venezuela, podemos enorgullecernos de tener taurinos de calidad, que son también grades artistas: Armando Reverón a quien el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 2007, rindió homenaje a su memoria al presentar una exhibición retrospectiva de su trabajo y, por supuesto, Jesús Soto y Carlos Cruz Diez (Miembro de Honor de esta Academia), asiduos visitantes de nuestro Tovar taurino, y reconocidos mundialmente como grandes maestros del arte cinético, vale decir obras creadas para producir la impresión de movimiento.
El Maestro Soto era un apasionado de las corridas. Un matador le brindó en Tovar un toro, a principios de los noventa, y fue tanto su entusiasmo que se puso largo rato la montera. En España tenía una propiedad en Carboneras, Provincia de Almería, que le servía de base para asistir a festejos que se daban en plazas cercanas.
El Maestro Cruz Diez, ya fallecido, solía ir a los toros y se emocionaba al ver actuar a su diestro favorito: El Juli. Uno de sus trabajos más famosos ligados a la tauromaquia es una fisicromía redondeada de doble faz que circunda un área de 800 metros cuadrados, conocida como la Plaza Cruz Diez, la cual constituye hermosa antesala al coso de Valencia. La Plaza y el Toro, imponente escultura del distinguido artista carabobeño Wladimir Zabaleta, son dos obras de arte que realzan el grandioso conjunto arquitectónico de la Monumental de Valencia, plaza de toros más grande del país y segunda del mundo, hoy día abandonada a su suerte.
En esta Mérida Serrana y en esta Academia Multidisciplinaria, ha acogido en su seno lo más selecto del mundo de la tauromaquia andina. Gente dotada de gran conocimiento –como el de nuestro Pablo Andrés- sobre el mundo del Toro.
Aquí, en las paredes de esta vetusta Casa hay retratos óleos de algunos de ellos, Miembros de esta Corporación. El gran escultor Manuel de la Fuente, gobernantes como Germán Briceño Ferrigni, Gustavo Amador López o Edilberto Moreno Peña, Rigoberto Henríquez Vera, el rector de rectores Pedro Rincón Gutiérrez (factores fundamentales en la construcción de nuestra Plaza), el jurisconsulto y letrado Dr. Omar Eladio Quintero (abuelo del actual presidente de la Comisión Taurina Municipal) y aquí frente a nosotros, el rostro de su paisano y amigo de barrera el ex Presidente Ramón J. Velásquez. Aunque también Ud. ha sido compañero muy cercano (en corridas de toros) de varios ex Presidentes, al menos Don Hugo así lo afirmaba en aquella bonita tarde del último día del año en La Molinera. De Presidentes y Presidentas, agregaría yo.
Pero es preciso acotar de que esta Academia, Lic. Pablo Duque y demás amigos del Táchira que nos honran con su presencia, que actuales Miembros de Honor e Individuos de Número no solo son aficionados sino estudiosos de ese fabuloso mundo del Toro. El Dr. Fortunato González Cruz, ha creado una Cátedra sobre Tauromaquia en la ULA, Don Álvaro Sandia es una biblioteca ambulante sobre las Ferias, el compositor y poeta Hildebrando Rodríguez tiene poemas y canciones sobre y para la afición, juristas de la talla de Román José Duque Corredor, tenemos el primer Cardenal torero del Mundo su Excelencia Reverendísima Baltasar Cardenal Porras Cardozo, sillón 9 de esta Corporación. Y el fundador de esta Academia es un gran taurino: El ex gobernador Jesús Rondón Nucete
Y como si fuera poco un paisano y amigo suyo desde hace decenas de años, un taurino a cabalidad, preside este Acto y la Academia: el Dr. Eleazar Ontiveros Paolini. Ha compuesto un Poema especial para la Tauromaquia que recitará en el Museo Taurino de nuestra Plaza el próximo viernes en el Homenaje al Cardenal Porras Cardozo por parte de la afición y los amigos de COREMER.
Sirvan estas líneas, que intentan reflejar la afición a la tauromaquia de un grupo de distinguidas figuras del intelecto, como modesto aporte a resaltar la presencia del Lic. Pablo Andrés Duque, nuestro Orador de Orden en la Sesión de hoy.
Siempre hay que tener presente que la tauromaquia es un arte y, en consecuencia, es conveniente recalcar que por primera vez una Academia venezolana recibió en su seno una Comisión Taurina, bautizó libros sobre toros en su Salón de Sesiones y que en la Feria del Sol reciente salió en hombros el primer torero Académico de la Historia. La Academia es nuestra Academia de Mérida (con 27 años encima), el libro es el Manual a los Toros (que desde hace 36 años edita la CTM) y el torero es Enrique Ponce, de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Noble Artes de Córdoba, España
Al ser la tauromaquia además un arte noble y así lo recordaba el Embajador Soto Álvarez, la Plaza de Toros es el templo en el cual se oficia, el público es la feligresía, el Palco es el juez, el burel la indispensable materia prima y el torero el artífice que debe cincelarla, para que aflore y resplandezca la creación artística.
Y de esas Plazas de Toros, supongo y es mera conjetura, a la que se referirá un buen amigo de Mérida y un excepcional taurino del Táchira, de Seboruco ese hermoso pueblo, muy taurino por cierto, anclado en la cadena montañosa de los Andes venezolanos,
Bienvenido a su Casa don Pablo Andrés Duque Arias.
Mérida, un miércoles por la tarde de un 19 de febrero de 2020
Ec. José Manuel Quitero Strauss, Individuo de Número de la Academia de Mérida, Sillón No. 12.
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Imagen de fondo: Corrida de toros, Pablo Picasso, 1934. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid