Por: Dr. Eleazar Ontiveros Paolini
EN EL DIA INTERNACIONAL DEL LIBRO
El libro es mágico. Pero no siempre. Colocado en cualquier lugar se trata solo de una figura geométrica, generalmente rectangular, que ocupa un espacio. Para que percibamos sus poderes mágicos es necesario que lo tomemos en nuestras manos y lo abramos. Al abrirlo, miles de espíritus llamados palabras, al igual que los conejos que salen de la chistera del mago, emergen hasta nuestros ojos y de allí al cerebro, transportándonos por los más diversos caminos de la realidad , la imaginación y la ficción, en conjunción definitoria de un acto estético.
Su lealtad también es mágica. Nunca se queja de la hora, sitio y veces que lo utilicemos, ni del trato que le demos. No se inmuta porque lo hiramos colocando en sus páginas notas de cualquier tipo, subrayando párrafos o doblando sus páginas. Si algún día, por considerarlo viejo, inservible, obsoleto o porque no ha aburrido, optamos por desecharlo, tirarlo al cesto de la basura, regalarlo o quemarlo, no emitirá la más mínima queja, se comportará estoicamente. Solo espera que por alguna razón necesitemos consultarlo acerca de alguno de sus contenidos, es decir, ponernos en contacto con algunos de sus espíritus, para burlarse de nosotros.
También resulta extraordinaria su capacidad de adaptación a nuestros cambios. Como el hombre que somos hoy no fue el de ayer ni será el de mañana, su texto se renovará con cada nueva lectura, modificando lo que quiere trasmitirnos en función de esos cambios personales. Es decir, que se modifica su texto en función de muestra edad, experiencia, nuevos conocimientos, cambio de percepciones, mejoramiento del léxico, mayor capacidad de relacionar, sintetizar y generalizar, y dados nuevos sentimientos y nuevas responsabilidades.
Los libros son el asiento de la memoria de la humanidad. Guardan con celo lo que el hombre ha dicho, hecho, construido, narrado, fantaseado, imaginado y pretendido, permitiéndonos acercarnos a aquellos que nos han precedido en el reto de enfrentar el mundo y la humanidad en la búsqueda del camino ontológico del hombre.
La función educativa del libro seguirá siendo de primer orden. Si bien es seguro que por los efectos de las nuevas tecnologías otros medios pueden sustituirlo en lo físico, no desaparecerá en forma absoluta, por la ventaja que representa poder leerlo en cualquier lugar: en el avión, la paya, la cama, el autobús, el campo, en las colas, en las esperas en los consultorios, etc. sin tener que recurrir a pilas o a conectarlo eléctricamente, bastando poner en juego nuestras manos y nuestro cerebro para disfrutarlo.
Seguirá siendo un generador de cultura pues asienta lo permanente, muestra los logros alcanzados, expresa conceptos, señala rumbos, ayuda a la creación y afirma la dignidad del hombre al hablar objetivamente de sus actos creativos, al permitir la superación, estimular la libertad, dar a conocer los avances de la ciencia y la tecnología y transmitir la belleza encerrada en la poesía y la narrativa. Por último, como corolario, nos pone en contacto permanente con el pensamiento, la obra y premoniciones de todos aquellos que se han atrevido a adentrarse en el estimulante mundo de interrogarse a sí mismos, tratando de obtener respuestas satisfactorias. Además, representa la posibilidad de un diálogo eterno con el tiempo y al expandir el conocimiento, consolida la libertad y la auténtica democracia que es la del saber.
Dr. Eleazar Ontiveros Paolini. Expresidente y Miembro Correspondiente Estadal de la Academia de Mérida.