Por: Dr. Álvaro Sandia Briceño

Discurso pronunciado por el Dr. Álvaro Sandia Briceño en la Biblioteca Bolivariana de Mérida, el día 6 de noviembre de 2021, en el acto inaugural del Festival Naranja auspiciado por el Distrito Cultural y Creativo Manuel Mujica Millán de la Ciudad de Mérida.


Ahora permítanme hablar como abogado de casi seis decenas de años de ejercicio profesional para tocar un tema que a todos nos atañe: la justicia, tan ligada como está a la ciudadanía y al civismo.

Hace unos cuantos años, en un discurso que pronuncié en la antigua Facultad de Derecho, con motivo de cumplir la Promoción de Abogados Dr. Pedro Pineda León, de la cual formo parte, los 40 años de nuestra graduación, dije algunas frases que con el permiso de la audiencia, voy a repetir: “Quienes nos hemos dedicado al ejercicio profesional del derecho desde la graduación, debemos señalar, con preocupación, las fallas del poder judicial y tenemos que decir, con pesar: “cuán difícil es lograr que se haga justicia”. Más del ochenta por ciento de los jueces del país son provisorios, lo cual compromete su independencia y buena parte de estos mismos jueces son o incapaces o corruptos, con sentencias tardías, decisiones previsibles, locales incómodos, presos sin expedientes, allanamientos sin orden judicial, irrespeto a los profesionales…que hermoso sería que en las sedes de los Juzgados de nuestro país, pudiéramos colocar una significativa frase que en caracteres árabes exorna el frontis de la Alhambra de Granada: “Entrad y no temáis pedir justicia, se os dará”.

La justicia fue para nuestro Libertador una constante preocupación. Dice Tomás Polanco Alcántara en “El Libertador como hombre de Estado”, que “Desde su actuación en Caracas, en 1813, al frente de la maltrecha República recién restaurada, hasta el mensaje al Congreso Admirable de 1830, Bolívar insiste, en una u otra forma, en destacar la importancia de la administración de la justicia en la actividad funcional del Estado. Cuando anunció al Consejo de Estado el establecimiento de la Alta Corte de Justicia, denomina a ese Tribunal “la primera necesidad de la República”, y asienta el mismo Polanco Alcántara que para Bolívar “el único otro cometido del Estado, que tiene un rango semejante, es la educación”.

Pero, qué es el derecho? Y en Venezuela, vivimos en un estado de derecho?

Aunque no es fácil responder estas interrogantes, todos creemos saber lo que se sobreentiende en la palabra derecho, cuando ésta se emplea en las relaciones corrientes de la vida. El hombre medianamente culto y el diligente padre de familia, saben los que se les quiere decir cuando se les habla del derecho a la vida, a la propiedad, al honor, al libre tránsito, a ejercer una profesión u oficio, a abrir un establecimiento comercial. También el derecho puede interpretarlo el padre de familia como lo recto, lo justo, lo que debe ser o lo que se debe o se puede hacer en determinadas circunstancias de la vida, a pagar lo justo y a exigir que se nos pague lo que nos deben.

Todos empleamos la palabra derecho en nuestras relaciones diarias con nuestros semejantes y decimos: tengo derecho a…me quitaron el derecho que tenía a…o no hay derecho a que me traten de tal manera.

Uno de los principios de la vida humana y llevado a nuestras leyes, es el concepto de la igualdad ante la ley, el cual no es solo en que todos tenemos las mismas oportunidades de defendernos en los procesos civiles, penales o de cualquier tipo, sino que se nos debe respetar nuestras garantías al justo proceso y por ante los tribunales de la jurisdicción ordinaria.  

En el profeta Isaías leemos: “El efecto de la justicia será la paz, la función de la justicia, calma y tranquilidad perpetua. Mi pueblo habitará en un lugar pacífico”. Y el salmo 85 (84) dice: “Justicia y paz se besan” y para el Mahatma Gandhi: “No hay camino para la paz. La paz es el camino”.

En el Decálogo del Abogado de Couture, en uno de sus Mandamientos, leemos: “Ten fe en el derecho como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustituto bondadoso de la justicia. Y sobre todo ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho ni justicia ni paz”.

El artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, establece: “El estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o repeticiones inútiles”. Ahora bien, se cumple la letra de nuestra Carta Magna? Los presos, los procesados, los “privados de la libertad”, a los llamados “presos políticos” se les respetan sus derechos? Tienen acceso a una justicia imparcial y sin dilaciones indebidas? Creo que la justicia también requiere una dosis de civilidad y a nuestros jueces debiera colocarse en sus estrados una frase que me parece oportuna y prudente además de pertinente: “Sin justicia para todos, no habrá paz para nadie”.

Nuestro país vive horas aciagas porque la ley o las leyes son principios muertos en las circunstancias actuales. No hay autoridades y cuando la autoridad pretende hacer cumplir las leyes las tergiversa a su modo o lo hace en forma acomodaticia. Es la anomia, que es el estado de aislamiento del individuo, o de desorganización de la sociedad debido a la ausencia, contradicción o incongruencia de las normas sociales. 

Venezuela ocupa uno de los últimos lugares en la escala mundial de la transparencia, competimos con Haití en la pobreza, más de seis millones de nuestros compatriotas se han alejado de nuestro país, los más con penurias para sobrevivir, los menos utilizando los conocimientos adquirimos en nuestras universidades e institutos de educación superior para beneficio de otros países.

Tenemos que mirar a la Venezuela actual con objetividad pero también debemos mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos: Qué estamos haciendo por nuestro país? Estamos cumpliendo con las leyes y reglamentos que nos rigen? Respetamos los semáforos, las señales de PARE? Cedemos la acera a las damas, a las personas mayores, a los minusválidos? Son tareas todas estas que nos obligan a detenernos para hacer un mínimo examen de conciencia y volver al tema original de esta charla, la CIVILIDAD.

Si no respetamos los derechos de los demás no tenemos autoridad para solicitar que se nos respeten los nuestros. Los líderes políticos tienen que tener por norte de sus funciones y servicios la honestidad y como les corresponde a través de los organismos competentes designar a los jueces, desde los del más Alto Tribunal hasta los de instancias inferiores, debemos exigir que sean competentes, probos y fundamentalmente honestos, porque solo con jueces honestos será posible una Venezuela de paz y crecimiento para todos.

La CIVILIDAD es tarea de todos y lo digo como abogado y como ciudadano, pero sobre todo como un merideño que ama a esta tierra y que quisiera verla nuevamente en el umbral de la justicia y de la paz porque nací mirando las recias moles de la sierra nevada y porque siempre he pensado que nuestra ciudad ha de seguir siendo faro de luz y espejo de ideales y haciendo honor a la divisa de su escudo, para que no se pueda esconder nunca porque Dios la premió erigiéndola sobre un monte y al costado de un penacho de nieves. 

Dr. Álvaro Sandia Briceño, Miembro de Honor de la Academia de Mérida.  

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