Por: Dr. Carlos Guillermo Cárdenas D.
Cuando la universidad otorga, bajo la vestimenta académica de la toga y el birrete, el título universitario, nos reconoce el trayecto estudiantil desde pre escolar, escuela primaria, bachillerato y carrera universitaria. Trayecto de 20 años de estudios que culmina con la obtención del lauro académico de la licenciatura de médico cirujano o doctor en medicina. Es gozo del graduando cuando asiste como novel profesional de la medicina, para curar enfermos, aliviar las angustias y los dolores de los moribundos y consolar al agobiado de enfermedad.
Al realizar el acto médico en el enfermo, la universidad muestra su alegría en esas cunas y camillas que devuelve la salud a los dolientes y aliviarles, en aquellos postreros instantes, como el relámpago la última esperanza.
Si aún, como médicos, al servicio de la nación y de sus comunidades, desde la ciudad más lustrosa hasta el caserío más recóndito y la aldea más apartada, prestamos el servicio que juramos hipocráticamente, eso lo debemos a nuestra alma mater, rectora del quehacer de la ciencia y el saber.
Al honrar ustedes a la Patria, honran a la Universidad, honran al Colegio de Médicos y se honran ustedes mismos. Nosotros, al asistir a este sagrado recinto gremial a rendir homenaje a la memoria del gran médico civilista José María Vargas, quien junto con los médicos Luís Razetti y José Gregorio Hernández, constituyen paradigmas de la medicina nacional.
Vuestra asistencia muestra la gratitud al señor creador de nuestro acontecer vital, el Dios de nuestros padres y el Dios de nuestra existencia terrenal.
Los griegos acostumbraban a ofrendar a los Dioses los colores de sus banderas, los escudos de sus defensas, los laureles y medallas de sus triunfos, cuando la victoria los había bendecido. Como la gloria para ellos era el nacimiento de la nación, mientras colocaban las ofrendas, exclamaban a los cuatro vientos: Patria, patria, patria, hoy nosotros exclamaremos, viva la medicina, viva el Colegio de Médicos, viva la salud de los venezolanos.
Por eso, el 10 de marzo, la medicina venezolana conmemora el día del médico, el día del profesional de la medicina, el día de los servidores que honrosamente entregan sus vidas a la salud y bienestar de los ciudadanos.
Si bien la medicina es una carrera que dignifica a quien la ejerce acompañado de la observancia de los valores éticos, también es la carrera del apostolado que se ejerce con total entrega al servicio del enfermo y del afligido.
De todas las carreras, es la más humanística, pues es la salud y el bienestar del común la razón de su existencia. El ejercicio de la medicina exige ante todo, una transparencia de inocultable existencia e ineludible cumplimiento.
Los médicos vivimos para la medicina. Nuestra vocación y servicio está allí. Los que ejercen tanto en los institutos públicos como privados. Pero como reza la Biblia, “quien vive para el altar tiene que vivir del altar”, más no puede convertir el altar en mercantilismo obsceno ni enriquecimiento vulgar. Igual deber para con el ejercicio de la medicina.
La no muy antigua práctica de hospitalizar a un paciente por el síndrome febril banal, el cuadro catarral común o la cefalea trivial con discretísima elevación tensional, con el cobro de honorarios que enferman más al paciente, como a los familiares, reclama la total erradicación de esa práctica médica.
José María Vargas
Dediquémosle unos minutos a la egregia figura del doctor José María Vargas.
El Diccionario de Historia de Venezuela (Ed. 1988) de la Fundación Polar, lo describe: “Médico cirujano, científico, catedrático y rector de la Universidad Central de Venezuela. Político, escritor y presidente de Venezuela. Nació el 10 de marzo de 1786 en La Guaira, Distrito Federal. Ingresó en la Real y Pontificia Universidad de Caracas en 1798, obteniendo el título de Bachiller en Filosofía en 1803 y el título de Doctor en Medicina en 1808”.
Al concluir sus estudios de medicina, se trasladó a la ciudad de Cumaná, aquí vivió hasta 1812. El terremoto del 26 de marzo de 1812 lo encontró en la Guaira, su ciudad natal, donde prestó valiosos servicios como médico y hombre público. Servicios que fueron reconocidos por la Municipalidad de La Guaira.
Regresó a Cumaná donde de nuevo se involucró en actividades políticas que degeneraron en su presión por participar en la legislatura de esa ciudad oriental. Enviado a las bóvedas de la Guaira hasta 1813, cuando fue liberado.
A finales de 1813, viajó a Europa, realizó estudios de medicina y cirugía en Edimburgo, además de química, botánica, anatomía y dentistería. En Londres fue honrado como miembro del Real Colegio de Cirujanos.
De nuevo en América en 1819, se estableció en Puerto Rico para reunirse con su familia que exiliada en la isla como consecuencia de la guerra de la independencia en Venezuela. Allí participó en varios proyectos de investigación además de ejercer la profesión.
El año de 1825 retorna de manera definitiva a Venezuela, para dedicarse a la profesión y a la enseñanza de la anatomía en la Universidad de Caracas.
Electo rector de la Real y Pontificia Universidad de Caracas el año de 1827, reorganiza académica y administrativamente la institución. A partir de su gestión en la universidad, su prestigio en la ciudad es reconocido y admirado como hombre probo y talentoso.
Vargas simultáneamente con la función rectoral, hace vida política, es elegido diputado de la Asamblea Constituyente de 1830, participa en las comisiones, salva su voto cuando se atacaba al libertador, aunque el mismo año, se constituye en albacea testamentario de Bolívar.
El año de 1834, su prestigio en la capital de la provincia era tal, que es mencionado para la presidencia, cargo que asume en 1835. Pero las intrigas y deslealtades de militares que habían participado en la guerra independentista socaban su presidencia, a la que renuncia unos meses después, para ser repuesto por decisión del general José Antonio Páez. Un año más tarde, 1836, renuncia irrevocablemente para dedicarse el resto de su vida a la enseñanza universitaria y a la investigación.
Célebre es la disputa que sostuvo con Pedro Carrujo, cuando después de intentar secuestrar al presidente, lo espeta con la expresión: “El mundo es de los valiente”, a lo que el presidente Vargas le responde “el mundo es de los justos”.
En agosto de 1853, encontrándose enfermo se traslada a los EEUU, vive en Filadelfia y luego en Nueva York donde fallece en 1855.
Sus cenizas fueron repatriadas en 1877. Reposan en el Panteón Nacional, donde descansan los héroes militares y civiles de la república.
La vida de Vargas está llena de heroísmo, de valor y de talento. Aportó a la excelencia académica de la primera universidad de la nación. Para entonces dos universidades existían, la de Caracas y la Universidad de Mérida. Esta fue la primera Universidad republicana de Sud América.
Vargas nos llenó de orgullo y nos sigue llenando de orgullo. Vargas fue la máxima expresión de la ciencia en los días de la independencia. Con él se inició la investigación y la enseñanza de la medicina en la primera universidad. Con él se inició la enseñanza de la cirugía. Fundó la cátedra de cirugía. A Vargas se le admiró en el mundo académico de la universidad y de la nación naciente. Como rector, su inmensa preocupación se inclinó al rescate de los ambientes físicos de la universidad, a la fundación de cátedras y a la reorganización de facultades, a la estructuración de la biblioteca de la universidad, a la interrelación de la universidad con otros institutos educativos. Vargas inició la disección de cadáveres, procedimiento novedoso para la época y de gran importancia para el estudio de la anatomía humana.
Fundó la Sociedad Médica de Caracas en 1827. Y con ello las reuniones científicas se iniciaron en el alba de la república. Dedicó tiempo al estudio de la botánica.
Vargas fue el primer científico que se relacionó con el mundo de la ciencia. Al punto que el investigador botánico De Candolle bautizó algunas plantas con el nombre de ”Vargasia”, en su reconocimiento.
En el campo político, Vargas también descolló como hombre de virtudes y rectitud ciudadana. Aceptó la presidencia de la república a sabiendas que no le atraía la figuración política, que prefería el podio de la cátedra universitaria o el laboratorio para la ciencia y la investigación.
Con la distancia que así lo amerita y el tiempo que los separó, en Mérida descollaron hombres de ciencia y saber. El doctor Ramón Parra Picón fue notable en el servicio médico que le brindó a la ciudad y a las comunidades del interior del estado. Se decía que tomaba la mula con el maletín, el estetoscopio y el tensiómetro, este último introducido a principios del siglo XX por el doctor José Gregorio Hernández, para visitar los lugares y aldeas más recónditas y lejanas. Parra Picón fue además de hombre de ciencia y de la medicina, rector de la Universidad de Los Andes.
Mérida fue asiento de médicos que transcendieron los límites fronterizos. El doctor Diego Carbonell, con apenas 32 años y un lustro de obtener el título de médico, fue designado rector de la Universidad de Los Andes.
El doctor Eloy Dávila Celis, fundador de los estudios de medicina interna en la región, clínico de notables méritos y defensor del ambiente, ejerció el rectorado de la Universidad de Los Andes y unos meses el de la Central de Venezuela.
El doctor Antonio José Uzcátegui Burguera, eminente médico, iniciador de los estudios de Ciencias Forestales de nuestra Universidad de Los Andes, además de la célebre y vetusta Maternidad Mérida, fue fervoroso defensor del ambiente y los recursos naturales renovables.
El doctor Carlos Esteban Chalbaud Zerpa, catedrático de la Escuela de Medicina, doctor en Medicina, con la especialidad de Endocrinología, recibió el título de Cronista de la Sierra Nevada a la que le escribió las más hermosas y significativas letras. Impulsó la construcción del teleférico de Mérida.
El doctor Pedro Rincón Gutiérrez, médico constructor de la sede actual del Colegio de Médicos. Obstetra y rector en tres periodos de la Universidad de Los Andes. Se le considera el impulsor de la modernización de la Universidad en los últimos 60 años. Creador de Facultades y Escuelas, Departamentos y cátedras. Su figura está y estará estrechamente vinculada a la segunda universidad del país.
El doctor Néstor López Rodríguez, médico farmacólogo, ejerció la dirección de la Escuela de Medicina, luego el decanato de la Facultad de Medicina y más tarde el rectorado de la Universidad, en una exitosa gestión académica y administrativa, de ejecutorias y decisiones acertadas. Me correspondió acompañarlo como vicerrector académico.
El doctor José Humberto Ocariz, creador de los Estudios de Gastroenterología en la Universidad. Además, escritor, novelista, poeta, músico y cantautor.
Permítanme ustedes recordar a médicos que dejaron una huella perenne en la historia hospitalaria del siglo pasado y el presente. Los ya fallecidos doctores Joaquín Mármol Luzardo, Justo Miguel Bonomie, Néstor Febres Cordero, Luís Rengel Sánchez, Abdel Mario Fuenmayor, José de Jesús Avendaño, José Rafael Abzueta, Manfred Hartung, Rubén Avendaño Monzón, Raúl Arrellano Moreno, Mario Spinetti Berti, Humberto Nucete, Rafael Chuecos Pogiolli, German González González y Diego Dávila Spinetti.
Otros que aún están entre nosotros, nuestros profesores, los doctores Daniel Amado Ortiz, Alberto Noguera Ochoa, Desiderio Rincón Pacheco, Daniel Febres Cordero, Alfonso Osuna Ceballos, José Gregorio Lacruz, Teodemiro Barboza, Américo Segundo Romero, Roberto Rondón Morales, Arturo Paoli Briceño, Miguel Rondón Nucete, Freddy Rangel, José Enrique Machado Hurtado, Juan Simón Barboza Morán, Fernando Gabaldón Roncayolo, Edgar Galeno Sardi, Enrique Marquina Lacruz, Luis Alfonso Molina, José Romero Carrillo, Agustín Caraballos y una pléyade de generación contemporánea, que corresponderá en los próximos años sus menciones, como colegas de destacadísima labor.
La lista de colegas no podría concluirse sin mencionar y resaltar la labor de dos ejemplos de la medicina regional, activos ambos, decanos de la medicina hospitalaria y que con su dedicación son paradigma para la juventud médica, los doctores Mauricio Vargas y George Inglessis Varela.
Tomaron prematuramente el viaje eterno, colegas que dejaron el dolor de sus ausencias. Jesús Adonay Torres Noguera, Daniel Eduardo Quintero, Francisco José Quiñones, Henry Salas Albornoz, Luís Manuel Guilarte, Nancy Freites de Sardi, Adán Muños Calleja, Américo León Monzant y muchos otros que desde los confines del universo nos acompañan.
¿Por qué la medicina es la más humanística de todas las profesiones?.
Humanismo es el cultivo y conocimiento de las humanidades.
Humanidad es el conjunto de todos los hombres. Condición propia del ser humano. Humanidades es el área del saber que comprende conocimientos de historia, arte, literatura, lengua y filosofía. Es la enseñanza de las letras.
Humanismo deriva de humano. Lo humano tiene relación con la persona. Hablamos de seres humanos. El homo sapiens es una especie de los primates, de la familia de los homínidos. También conocidos bajo la denominación genérica de “humanos”. Los seres humanos poseen capacidades mentales para inventar, aprender y utilizar estructuras lingüísticas complejas.
De manera que humanismo es todo lo que tiene relación con el ser humano. Y el ser humano es el sujeto de la medicina. Por ello, con propiedad, Medicina es Humanismo.
Al adentrarnos en la Historia de la Medicina, nos referimos a la medicina dedicada al estudio del conocimiento y práctica médica a través del tiempo.
Los primeros datos de la medicina son prehistóricos, cuando el uso de plantas, minerales y partes de animales, eran utilizadas en rituales mágicos por chamanes, sacerdotes, magos, brujos, espiritistas o adivinos. Las primeras civilizaciones apoyaron la práctica médica en el empirismo primitivo y pragmático con hierbas y remedios sustraídos de la naturaleza y además, una medicina mágico religiosa, que tuvo en los dioses la explicación de lo inexplicable.
En la antigüedad, la medicina estuvo en la Áyurveda de la India, el antiguo Egipto, la antigua Grecia y la antigua China. Hipócrates, reconocido como padre de la medicina es el personaje de la antigüedad como mayor renombre. También Aclepíades de Bitinia y Galeno.
Los musulmanes en la segunda mitad del s. VIII tradujeron los escritos de Galeno y Aristóteles al arábigo, que permitió el auge de la medicina islámica. Así, Avicena es considerado junto con Hipócrates, los padres de la medicina. Para finales de la edad media, posterior a la peste negra, surgieron las figuras médicas de William Harvey y Gabriele Fallopio.
Los descubrimientos de Robert Koch de la transmisión de las bacterias, significó un gigante paso para la medicina. Las sulfas fueron los primeros antibióticos. Más tarde la penicilina.
La medicina del siglo XX se caracterizó por el desarrollo científico y técnico que la consolidó como una de las disciplinas de mayor desarrollo e impacto. La medicina basada en evidencias, con desarrollo de paradigmas que admiten modelos de salud-enfermedad, determinado por factores biológicos, psicológicos y socioculturales.
Y en el s. XXI el conocimiento del genoma humano ha permitido identificar padecimientos ligados a un gen específico. La biología celular y la biología genética han sido de enorme impacto en el conocimiento de ciertas enfermedades, el diagnóstico y tratamiento.
Sería imperdonable en este magnánimo acto olvidar la labor que nuestra juventud médica, los internos y residentes de los Centros hospitalarios públicos y privados, los médicos que se ocupan de atender los ambulatorios y centros asistenciales en las zonas apartadas de la metrópoli, los médicos rurales. Para ellos va el reconocimiento a la magnánima labor que cumplen.
La pandemia es el sello y la impronta de estos 12 meses. Un fenómeno inédito desde inicios del siglo XX, cuando la peste o gripe española afectó a la mitad de Europa y allende los mares. La estructura microscópica que para el más sabio investigador parecería un elemento inofensivo, diezmó a un tercio de la humanidad. La pandemia de 1918 fue causada por virus parecidos entre sí, del tipo A, estaba relacionada con la epidemia mortal. Se conoció como gripe española, pero los primeros casos se registraron en los EEUU en marzo de 1918, en plena primera guerra mundial. Se cree que el desplazamiento de la tropa estadounidense a Europa propagó el virus en el viejo continente, afectando la mayoría de países. La mortalidad de la gripe española estuvo entre los 20 y 50 millones de personas, convirtiéndose en la tragedia más significativa de toda la historia de la humanidad.
Algunos investigadores han encontrado paralelismo entre la gripe española y la pandemia Covid 19. Y a pesar que ha trascurrido un siglo, que se pensaba que la ciencia médica estaría más preparada para afrontar la mortífera cepa, la realidad ha sido otra. Los países con mayor desarrollo de la medicina han sido los más afectados. Los EEUU, considerado un ícono en la medicina del presente siglo, con los hospitales mejor ranking mundial y el inmenso desarrollo de la ciencia médica, la mortalidad de este país ha sido la mayor en proporciones.
La conclusión es que no estábamos preparados para afrontar la mortífera cepa Covid 19.
Pero digno es reconocer el inmenso esfuerzo que los médicos y personal sanitario han realizado para afrontar este mortífero mal. Y aunque pareciera que se está superando la fase más peligrosa, las medidas preventivas deben preservarse y hasta acentuarse para evitar nuevos brotes de cepas mutantes.
Concluyendo estas palabras, a manera de colofón, quiero traer la memoria postmorten a quien emuló la figura del doctor Ramón Parra Picón, el doctor Diego Dávila Spinetti. Parra Picón, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, fue el médico con el gûito oscuro que protegía su cabeza, el estetoscopio y el tensiómetro; cabalgando la mula, se adentró en los pueblos y aldeas de la geografía regional para llevar los avances de la ciencia. El doctor Dávila Spinetti, diariamente, con su cavita de hielo, llevó durante tres decenas de años, las muestras de los pacientes chagásicos al laboratorio para el análisis de aminas vasoactivas en el estudio de la disfunción cardíaca severa. El paralelismo entre ambos existió. Honor a ellos en el día de José María Vargas.
Este solemne recinto gremial el día del médico, frente a la perpetuidad de nuestra sierra nevada, nuestro profundo e inconmensurable agradecimiento al Colegio de Médicos de Mérida, a su presidente doctor Alexis Torres y demás miembros de la junta directiva, es mayor. Una generación de nuestros discípulos, cuando las hojas del otoño han caído y las nieves del invierno llegan irremediablemente, es como sentirse heraldo de la primavera.
Para los médicos internos y residentes del Hospital Universitario de Los Andes, donde me hice y me formé médico, donde viví los mejores años de la juventud, donde aprendí las lecciones de nuestros grandes maestros, vaya para ellos, la juventud médica gloriosa, nuestro eterno reconocimiento a la epopeya que les ha tocado vivir en la pandemia más deletérea y mortífera que ha tenido la humanidad en toda la historia.
Los tiempos de sufrimiento y de pesar para el común. De crisis de gigantescas proporciones que reclaman profundos cambios de dirección en el país. El diálogo que a gritos demanda el país no político se hace impostergable. Ese diálogo debe conducirse con humildad y reciedumbre. Con optimismo y porque no decirlo, con Fe.
Vivimos tiempos de inflexión. La sociedad actual, carcomida para muchos, chocará con un muro de contención. Esa sociedad está sucumbiendo. Otra nueva, con inmensos cambios y paradigmas está surgiendo como el parto que trae al nuevo ser.
Debemos mirar a lo esencial, a lo medular. Ir a la raíz de los problemas. Estamos en la antesala de nuevas forma de convivencia. Por qué no afirmarlo, una nueva civilización.
Organizaremos una economía más eficiente y productiva, una educación más pertinente que responda al gran reto de cambio que la sociedad reclama, una democracia real y auténtica, de participación con libertad y un liderazgo preparado para los desafíos de los tiempos que se avecinan.
¿Cuál fue la causa de ese fracaso que no permitió el desarrollo de un país moderno, que resolviera los inmensos problemas de la población venezolana?. No se construyó verdaderas políticas que impulsaran el desarrollo y bienestar colectivo. Se gobernó con decretos y retórica. Se gobernó, con lo que aquellas masas querían escuchar, y no con lo que debían escuchar (cgcd).
Pero la realidad del país de los tiempos presentes es que estamos más pobres, con una hiperinflación asfixiante, más violencia y más desabastecimiento, incontenible flujo migratorio de miles de jóvenes en la búsqueda de futuro, en una sociedad que ha retrocedido decenas de años y probablemente “nosotros como padres, no podremos dejarle a nuestros hijos, un país mejor, que el que nuestros padres nos dejaron”.
Es la hora de cerrar el capítulo que nos divide y empobrece. Permitamos que nazca la nueva república, que está contenida en la carta magna de la constitución. No necesitamos nueva constitución. Necesitamos aplicarla con honestidad y rectitud. Con una democracia que transite los caminos de partidos políticos auténticos, organizaciones que tengan apego a la solución de los desafiantes problemas que gravitan en el común de nuestro pueblo.
Para concluir, cuál es el dilema que nos agobia de impotencia y angustia en estos tiempos, a quiénes se plantean abandonar el país. La respuesta es que no existe abandono cuando los recuerdos perduran. Y sobre la patria que nos ha permitido los sueños de juventud, invoco la memoria del gran escritor merideño Mariano Picón Salas, “por qué seguir buscando otros lugares, si el paraíso está aquí”.
Gracias al presidente del Colegio de Médicos doctor Alexis Torres y demás miembros de la J. D. por la oportunidad y el honor que me han concedido.
Gracias por aceptarme como Miembro de Honor de nuestro colegio.
Dr. Carlos Guillermo Cárdenas D. Miembro Correspondiente Estadal de la Academia de Mérida.
12 de marzo de 2021
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