EDUCACIÓN CIUDADANA PARA LA PRESERVACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL DEL MUNICIPIO LIBERTADOR

Discurso de introducción a la conferencia dictada por la Profesora Nory Pereira Colls 

Por: Dr. Ricardo Gil Otaiza, Presidente de la Academia de Mérida

Por esas extrañas paradojas de la existencia, la confluencia en nuestra ciudad de un extraordinario patrimonio cultural, se ha convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza para sus ciudadanos, al hacerla epicentro de la acción vandálica de quienes están tras la caza de los bienes de elevado valor del Municipio, para comerciar con ellos en el mercado negro local y de la frontera. La impunidad reina en la ciudad, y pareciera que los monumentos, estatuas, ornamentos y otros bienes arquitectónicos, históricos y culturales, no tuvieran dolientes, y que al grueso de la colectividad solo le importara la mera supervivencia. Desde hace años he venido adelantando una campaña a través de la prensa regional y nacional en defensa de la ciudad, pero lamentablemente ha tenido poco eco, ya que el deterioro por la vía del hurto y del desmantelamiento de piezas que forman parte de nuestro patrimonio, es cotidiano y va creciendo a un ritmo acelerado. Se presume que muchos de los actos delictivos tienen un norte: el daño certero y preciso a los íconos de Mérida, como si con esto se intentara borrar para siempre nuestra identidad.

Considero en este sentido fundamental la educación ciudadana, ya que ella nos permitirá el que se afiancen las bases de una conciencia moral frente a los bienes públicos y privados, que nos garantice su seguridad y su permanencia en el tiempo. Sin embargo, la educación, como todo proceso social, es un largo camino que requiere de grandes esfuerzos, y sobretodo que sus resultados no caigan en un vacío de inconsistencias frente a un Estado maula, que no asume su papel por ineficiencia, ineptitud y, peor aún, por una noción tergiversada de la importancia del bien cultural, por la nefasta vía de una ideología retrógrada, a la que nada le importa el bienestar físico, emocional y espiritual de la población; sólo mantenerla aletargada frente a su momento histórico para hacerla presa de sus intereses políticos.

Mérida pierde de manera inefable su estatuaria. Nuestras calles, parques y avenidas se han convertido en grandes cementerios de pedestales y nichos vacíos, cuyas imágenes nos recuerdan aquellas viejas películas de ciudades y de naciones en guerra, en donde ya nada importa; en donde un bien cultural es considerado sólo para ser tasado en un mercado a las sombras, que todo lo fagocita a una velocidad trepidante.

Sé, amigos, que educar es la única alternativa, como nos lo recuerda Manuel Barroso en La autoestima del Venezolano, uno de sus más citados libros. Pero esa educación ciudadana, que no deberá distinguir entre grandes y chicos, entre gente estudiada y ágrafos de oficio, entre pobres y ricos (los dos eslabones más notorios del deslave social dejado por el chavismo) tendrá que ir hasta los más profundos intersticios de nuestra conciencia social, para sembrar muy hondo una axiología que propenda con asertividad al respeto y al cuidado de los bienes comunes. La educación deberá ser inclusiva e integradora de todo aquello que dejamos tirado (botado, para ser más claros) a la vera del camino; es decir, la pasión cívica, esa “moral y luces” de las que nos hablaba el muy socorrido y manoseado pensamiento bolivariano. Sólo así, con una visión clara de lo que se busca rescatar (digo rescatar, porque alguna vez lo tuvimos como referente filosófico desde nuestro hogar, pasando por la escuela hasta llegar a la universidad), con propósitos, objetivos, metas y tareas claras, podríamos aspirar a una emersión silente pero real del foso en el que nos hallamos hundidos, y que nos lleve con fuerza a insertarnos en el mundo civilizado, porque hoy estamos tocando, y lo digo con dolor (y hasta con náuseas), los oscuros territorios de la incultura, de la mediocridad y la estulticia colectiva.

En el ínterin, y mientras todo esto se capitaliza, nos queda a todos aquellos que valoramos la cultura en su justa dimensión ontológica, convertirnos en guardianes de nuestro patrimonio, en celosos vigilantes de nuestra estatuaria y demás bienes culturales, como garantía de una vida en la que todo esto es fundante de una civilidad y de una existencia plena.

Y para eso estamos estar tarde, a la espera de la participación de nuestra muy querida y respetada profesora y arquitecta Nory Pereira Colls, quien nos dará una docta ponencia resultante de su vasta experiencia en este campo. Trae la colega sobre sus hombros el ser miembro fundador de la Facultad de Arte, bajo cuya tutela decanal la institución dejó la niñez y alcanzó ya una adolescencia que se perfila de grandes portentos para la Universidad, la ciudad y el país. Además, preside la profesora Pereira la Comisión del Patrimonio Cultural del Municipio Libertador. Con tamaños antecedentes académicos y personales estamos expectantes frente a su disertación, que nos dará elementos suficientes para alcanzar una noción real frente a la problemática, así como el poder avistar salidas y soluciones.

Sea usted bienvenida, querida colega, a la Academia de Mérida.

Dr. Ricardo Gil Otaiza

Presidente de la Academia de Mérida

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