El deceso enluta a la comunidad académica de la Universidad de Los Andes, enluta a la comunidad hospitalaria del Hospital Universitario de Los Andes, enluta a la comunidad científica nacional. Enluta a la Academia de Mérida. Fue profesor, investigador, médico y académico.
Un hombre que con devoción dedicó su vida al servicio del hospital y de la universidad. Se preocupó por la formación del estudiante de pregrado y postgrado. Incansable cuando las horas trascurrían sin descanso ni tregua. Formó e introdujo en el mundo de la ciencia a decenas de estudiantes de pre y postgrado.
Tenía un sentido muy elevado del deber del estudiante para con la sociedad y para con el país. Orientó y colocó en el surco de la vida el buen simiente, ofreciéndoles el bagaje de conocimientos y destrezas necesarios. No desmayó en su empeño de la formación ética y moral en el médico. El médico debía poseer conocimientos humanísticos para el correcto desempeño en la atención del paciente.
Lo vimos con aquel ímpetu que lo desbordada en la lucha por alcanzar niveles de excelencia en la medicina y en la academia.
Cuando en la oportunidad de viajar en lancha por los palafitos de la costa oriental del lago de Maracaibo, en un esfuerzo científico de estudiar la corea de Huntington, afección degenerativa del sistema nervioso, su desvelo por aquellos niños y adolescentes afectados por la enfermedad hereditaria e incurable de la corea, ganó el liderazgo de la expedición y testimonió su inmensa vocación por la ciencia. Como estudiantes lo acompañamos Asdrúbal Pita Baptista Triconis (+), Adolfo Chepo Moreno Uzcátegui, Fernando Gabaldón Roncayolo y quien escribe, entre otros.
Provenía de un grupo familiar que permitió los más emblemáticos colegios e institutos educacionales, desde su ciudad natal San Carlos del Zulia (1940 s) hasta culminar la carrera de medicina en la Universidad de Los Andes.
Consejero de muchos estudiantes y profesionales de la Medicina. En oportunidades lo percibí con aliento fresco y constructivo, que ayudó a palear situaciones difíciles en lo universitario. Parecía un maestro de los tiempos medios de la humanidad, pero había acumulado un bagaje de conocimientos que le permitió alcanzar centros académicos y de investigación de reputación mundial: Harvard, Boston, Barcelona y Madrid (España).
Asistió a las primeras clases de la recién iniciada Escuela de Humanidades, fundada por los catedráticos Miguel Ángel Burelli Rivas, Alfonso Cuesta y Cuesta, Pbro. Luís Negrón Dubuc, José Juan Rivas Belandria, Luís Arconada Merinas, de quienes recibió la savia sapiencia para afrontar con dignidad y apego a principios de ética y buena conducta, situaciones de difícil y compleja solución.
Fundador del Laboratorio Multidisciplinario de Investigación Clínico-Epidemiológica (Lab-MICE), adscrito a la Unidad de Medicina Interna de la Escuela de Medicina de la Universidad de Los Andes.
Sus trabajos de investigación, publicados en renombradas revistas del mundo científico lo calificaron como investigador reconocido por el sistema PPI de la Universidad de Los Andes.
Eso y mucho más fue el doctor Dario Novoa Montero, quien falleció de una dolencia cardíaca el 25 de marzo de 2021.
Con la doctora Sildren Vergara Madriz, también médico cirujano con MPH en enfermedades infecciosas y parasitarias de la Universidad de Johns Hopkins, formó un honorable hogar compuesto por los hijos Carmen Milagros, Darcy Josefina, Medardo Augusto, Darío José y María Daniela.
Al rendirle homenaje póstumo al doctor Darío Novoa Montero, se está reconociendo al médico humanitario, científico de muchos quilates, al humanista de excelsa formación y al maestro de muchos alumnos.
Paz a su alma.
Dr. Carlos Guillermo Cárdenas D., Miembro Correspondiente Estadal de la Academia de Mérida.
cgcd/30 de marzo de 2021
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