Por: Dr. Eleazar Ontiveros Paolini, Presidente de la Academia de Mérida
Cualquier momento histórico, sean cuales sean los márgenes que lo limitan, tienen el sello de lo excepcional, pues una repetición, más o menos exacta, es imposible. Y es que las sociedades tienen una dinámica indetenible, generada por la aparición de nuevos conocimientos en todas las áreas del saber, la aceptación de nuevos principios morales, de nuevos comportamientos, de nuevas concepciones económicas, de nuevas relacionas regionales, nacionales e internacionales y por el uso sistemático y creciente de tecnologías de la comunicación, llegándose ya a la producción de “Inteligencias artificiales”, es decir, de máquinas inteligentes que imitan las funciones de los humanos.
Pero lo que va apareciendo como innovador, generalmente no tienen una aceptación masiva, dada la resistencia que parte de la población tiene a cualquier cambio, y a la cual se acostumbra a tildar de “conservadora”; o porque el cambio en el funcionamiento se enfrenta a rechazos sustentados en otro tipo de concepciones, en otras formas de ver la vida.
El conservadurismo, la definición de nuevas y distintas posibilidades o la defensa de lo existente, siempre serán producto del “libre albedrio” del que gozan los hombres. Libre albedrio que incluso está asentado en nuestros principios religiosos, cuando se acepta que el humano tiene libertad para obrar y pensar a su manera.
Ese libre albedrio representa la capacidad del ser humano para tomar por sí mismo una determinada dirección y comportamiento frente a los valores conocidos, en especial los influenciados por la conducción gubernamental. Por consiguiente, la libertad es tal cuando hacemos propio, nuestro, un valor y lo consideramos real, con lo cual se afirma y se aspira a la vigencia del mismo, sea cual sea el punto de vista de los otros.
Pero no hay escogencia sin motivos. El pensar libremente, producto del libre albedrio que lo determina, resulta de impresiones de la vida frente a las cuales no se puede permanecer indiferente.
Ahora bien, al hombre se le puede tratar de impedir que ponga en práctica el pensar libremente por la imposición, hablamos de los liderazgos y gobiernos, lo que resulta típico en las dictaduras, pero nunca se le podrá impedir que formule en su mente los modelos de comportamiento y de organización social que le satisfacen. La renuncia a la libertad es la renuncia a la dignidad, con lo cual el hombre queda vacío o sometido a la esclavitud de principios dogmáticos aceptados a priori, sin ningún análisis crítico.
Lo expuesto nos lleva a considerar que la democracia de la llamada IV República, dio, a diferencia de lo que sucede actualmente, oportunidades para el desarrollo individual y ascenso social con intensidad más o menos satisfactoria, con el resultado de que quienes no las aprovecharon hoy arremeten y se regodean con lo que pasa de arbitrario en el país, dejando al descubierto sus resentimientos sociales y en consecuencia, proceden con intenciones revanchistas. No soportan a los que sin importar la posición social que tenían, hicieron esfuerzos valederos para ascender en muchos casos con éxito ejemplar.
Por lo tanto, nos resulta obligatorio en estos momentos de incertidumbre, de desmoronamiento sistemático, de creciente aletargamiento e indiferencia ante una conducción gubernamental que no resuelve problemas sociales sino los crea, utilizar esa libertad de pensamiento para proceder con la sindéresis que la situación requiere: actuando unitariamente, única manera de transitar por un espacio en el cual sin aceptar para nada propuestas dogmáticas, se utilice la libertad de pensamiento para consolidar un movimiento en el cual las diferencias ideológicas se mantengan, pero las acciones a seguir para desbrozar el camino, sean consensuadas, desechando diferencias que a veces hasta resultan de la incapacidad de vencer con inteligencia pretensiones de preponderancias individuales o grupales. La libertad es esencia de la voluntad y esta debe ponerse en juego para que haya libertades sociales de todo tipo, en las cuales se deseche con determinación la ridícula y humanamente inaceptable doctrina de que todos los derechos son derechos de Estado.
Sin la menor duda, con la pretensión de crear “nimbados castillos socialistas” se podrá jugar algún tiempo, pero el ensayo, aunque entre nosotros dura y hasta parece consolidarse, se derrumbará por sí mismo, o porque la voluntad de los que piensan que esta es en sí misma inalienable, capaz de entender que solo en conjunto se puede logar ese derrumbamiento. Si las divisiones persisten, el castillo seguirá agregando muros cada vez más resistentes e impenetrables.
Y tenemos una prueba de fuego en la puerta: Quién convocará a la Asamblea para resolver lo concerniente al CNE ¿Parra? ¿Guaidó? ¿Guaidó? ¿Parra?…Si cada uno de ellos hace la convocatoria por separado, no se tendrá, en ninguno de los casos, una asistencia que cubra las dos terceras partes para decidir ¿Entonces? De nuevo caeremos en manos de ese operador político del régimen llamado TSJ.