Becarios Venezolanos en el Exterior
Una realidad social de casi dos siglos (1825-2018)
Discurso de Incorporación como Individuo de Número a la Academia de Mérida, Sillón Núm. 10
Por: Dr. Humberto Ruiz Calderón
Introducción
Un día como hoy, 25 de abril, pero del año 1930 nació en la población de Escuque en el Estado Trujillo, Antonio Luis Cárdenas Colménter. Si le tuviéramos en nuestro mundo, cumpliría 88 años de edad y éste acto no se estaría realizando.
La Academia de Mérida tomó la decisión de postularnos para ocupar el sillón número 10 de la Institución, que tuvo Antonio Luis Cárdenas, hasta su fallecimiento, ocurrido el pasado 10 de mayo de 2017.
Tal como señalan las normas de la Academia de Mérida, debemos iniciar nuestro discurso con una referencia de quien nos precedió en el sillón al que hemos sido postulado.
Antonio Luis Cárdenas: venezolano de excepción
La vida hizo que nuestras existencias se cruzaran en varias oportunidades y producto de ello naciera una admiración de nuestra parte hacia el docente, el investigador y el administrador universitario que fue Antonio Luis Cárdenas.
El docente
La vocación se le manifestó siendo estudiante de bachillerato en la ciudad de Trujillo, en 1946, cuando comenzó su extendida carrera como maestro que lo acompañó toda su vida.
Todo gran docente debe también su preparación y su inspiración, en otros ilustres maestros. En el Pedagógico de Caracas los tuvo excelentes uno de los cuales siempre recordó. Nos referimos al catalán: Pablo Vila. De él, deseamos recordar dos enseñanzas que le marcaron su vida académica. La primera que, como alumno del Pedagógico, no debía conformarse con lo que allí le enseñaban y la necesidad de continuar sus estudios, una vez graduado, mirando hacia las mejores instituciones del mundo, en el campo de la geografía, para especializarse en ellas. La segunda que “la geografía entraba por la suela de las botas”.
Tuvo una amplia participación en la docencia a nivel superior, fundamentalmente en el Pedagógico de Caracas (de 1956 a 1958); en la Universidad Central de Venezuela (UCV) (de 1956 a 1958) y en la Universidad de Los Andes (ULA) (de 1958 a 1983).
Al concluir el ciclo como docente universitario, volvió a su preocupación por la escuela primaria. Fue desde la gobernación de Mérida donde desarrolló su concepto de las Escuelas Integrales (1990-1992). Para estimular la calidad de la educación aseguraba que no se puede lograr una educación de excelencia con media jornada diaria de clases; tampoco sin bibliotecas bien dotadas; y sin una adecuada alimentación para los alumnos. El centro de sus argumentaciones eran: sin docentes bien formados, que conozcan a profundidad las disciplinas que enseñan y los procedimientos para hacer que sus alumnos aprendan, no hay educación de calidad.
Fueron treinta y seis escuelas integrales y el Centro Regional de Apoyo al Maestro (CRAM) el resultado de su preocupación en el Estado Mérida. Al llegar a Ministro de Educación de la república (1994-1999) estimuló esta concepción de la educación. Visión comprendida por muchos pero, lamentablemente sin el suficiente apoyo de los propios maestros. Lamentablemente muchos docentes obtenían varios sueldos si ellos podían atender -diríamos mal atender- dos y hasta más jornadas laborales en un solo día.
Ojala en algún momento de nuestra existencia como sociedad, los venezolanos entendamos que, sin una educación de calidad, no tendremos mejor futuro como sociedad. El ejemplo está allí y hay suficiente experiencia local e internacional para retomarlo de forma persistente y ampliarlo para todos los niños y jóvenes del país.
El investigador
Antonio Luis Cárdenas, entendió rápidamente la naturaleza de la actividad docente universitaria: no se debe enseñar sólo lo que otros han producido, hay que generar nuevos conocimientos y problematizar los existentes, para formar profesionales universitarios de calidad. Su preparación académica fue fundamental para ello
Hizo primero un diplomado en Geomorfología en la Escuela Práctica de Altos Estudios en La Sorbona de París, Francia, entre 1954 y 1956. Ya siendo profesor de la ULA, estudió en el Centro Internacional para Levantamientos Aéreos de Holanda (1962) y alcanzó una preparación como Fotogeomorfólogo. Por último, en su preparación profesional, estudió en la Universidad de Londres en donde realizó un Master en Ciencias orientado a la Conservación de los Recursos Naturales (1967).
Pero, volvamos un poco atrás. En 1956 comenzó a dar clases en la Facultad de Humanidades de la UCV. Allí no se podían justificar presupuestariamente ciertos gastos para esas labores tan “extrañas”, como eran los trabajos de campo. Así, cuando le dificultaron el presupuesto para pagar el arreo de mulas de uno de sus viajes con los alumnos, entendió que no había posibilidades ciertas de formar geógrafos en la UCV, tal como él lo entendía, al menos en esos momentos. Se inició entonces, para Antonio Luis Cárdenas, el ciclo de la ULA. Comenzando con la fundación del Instituto de Geografía y Conservación de los Recursos Naturales.
Para hacer investigación científica son necesarias muchas cosas. Por ejemplo, poseer la infraestructura institucional para dicha actividad; crear espacios para difundir los resultados y hacer de dicha publicación un referente internacional; establecer vínculos para la cooperación. Todo ello es importante, pero algo es básico: contar con los especialistas, con los pares profesionales necesarios, para hacer con eficiencia y profesionalismo el trabajo académico. Y, si la investigación es aplicada, conseguir instituciones dispuestas a financiar y utilizar el conocimiento que se produzca. Todo ello es labor de un investigador que esté dispuesto a institucionalizar una disciplina científica.
Cada una de las tareas antes señaladas las realizó Antonio Luis Cárdenas.
El mayor aporte a la geografía física de Venezuela de Cárdenas nos dicen sus colegas es haber introducido el concepto de regionalización. De nuestra parte debemos indicar también como novedosa la problematización y actualización de lo ya aportado por los investigadores iniciales de la geografía en Venezuela. En fin, fue novedoso revisar y adaptar teorías y modelos de investigación ya desarrollados en otras latitudes. Adicionalmente, en la orientación de la investigación en los primeros tiempos del Instituto, se discutían y contrastaban las tendencias conceptuales preponderantes en investigación geográfica: de la sistemática a la regional; de la básica a la aplicada; y de la física a la humana.
El Administrador Universitario
Una expresión que le acompañó siempre, desde que comenzó su actividad en la ULA, fue que era muy difícil hacer investigación geográfica sin geógrafos. Así, en octubre de 1961, se iniciaron, bajo su dirección, las actividades de la Escuela de Geografía de la serrana universidad. A los cinco años salieron los primeros egresados.
Cumplida la labor de fundación y puesta en marcha del instituto y la escuela de Geografía, la ULA estaba creciendo y Antonio Luis Cárdenas fue requerido para otras tareas. Así, fue designado primer decano de la Facultad de Ciencias en 1969. Posteriormente se trasladó a su Estado natal para ser el primer coordinador del novel Núcleo de la Universidad de Los Andes en Trujillo (1972). Luego se le designó director de la Oficina de Planificación y Desarrollo de la ULA (1976). Más tarde fue nombrado Coordinador de la Oficina de Planificación del Sector Universitario, dependencia adscrita al Consejo Nacional de Universidades (1979-1980).
Vino entonces el reto de elevar administrativamente, los pedagógicos del país a nivel universitario. Pese a que sus estudiantes para ingresar debían ser, fundamentalmente bachilleres, no se consideraba a los pedagógicos como universidades. Eso planteaba una discriminación profesional injustificada y traía enormes desventajas laborales para sus egresados. En 1983, se llamó al profesor Antonio Luis Cárdenas, para encargarse de la fundación de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). Fue entonces su primer rector de 1983 a 1987, y entre otras muchas mejoras se solventó la injusta diferencia de los egresados de los pedagógicos con respecto a los graduados de las demás instituciones universitarias del país.
En ocasión del otorgamiento del Doctorado Honoris Causa de la ULA (2015), uno de sus alumnos y colegas expuso un amplio panorama de las cualidades personales de Antonio Luis Cárdenas. Queremos destacar la que en nuestro criterio resume su quehacer y éxito de vida. Lo sintetizó así: su proceder era de “(…) permanente optimismo que aparta dudas y resuelve quejas…“. Por ello resulta fácil entender el esfuerzo por hacer cosas y el éxito para lograr concluir sus ideas, que adicionalmente permanecen en el tiempo. Su voluntad férrea por emprender proyectos y estimular a muchos, le abrieron el camino para el éxito como docente, investigador y administrador universitario. Difícil de igualar e improbable de superar.
Becarios venezolanos en el exterior: de los primeros pensionados a los médicos del café Vachette (siglo XIX)
La tradición del financiamiento público en Venezuela para realizar estudios en el exterior del país, hunde sus raíces en la segunda década del siglo XIX.
En la oportunidad de leer el discurso de incorporación a la Academia de Mérida como Individuo de Número, deseamos hacer un recuentos de nuestros principales logros sobre el tema, mostrando datos y análisis hasta ahora inéditos.
Inicios del financiamiento de jóvenes para estudiar en el exterior: hombres de Estado
En abril de 1825, el Libertador Simón Bolívar estaba en la ciudad de Lima y giró instrucciones al Consejo de Gobierno para que enviarán a un grupo de jóvenes talentosos de los diferentes departamentos de la costa peruana y el Alto Perú para que fueran con los comisionados enviados a Inglaterra para el reconocimiento de la nueva república. La finalidad era que fuesen a instruirse a Europa.
Un año mas tarde, en la Ley de Instrucción de la República de Colombia (1826), -y en ese momento Venezuela formaba parte de ese Estado-, se introduce un capítulo sobre premios y pensiones. Se indicaba allí que los mejores egresados gozarían de una subvención para su formación en el exterior.
Entre los años de la guerra de independencia y el establecimiento del gobierno de Guzmán Blanco, en la sexta década del siglo XIX, solo vamos a señalar tres casos.
José María Vargas quien comenzó sus estudios en 1814 en la Universidad de Edimburgo y logró su incorporación al Real Colegio de Cirujanos de Londres en 1819, terminó siendo el primer rector médico de la Universidad de Caracas y por muy poco tiempo Presidente de Venezuela.
Fernando Bolívar, el sobrino del Libertador, quien estudió en Germantown” Filadelfia y en la Universidad de Jefferson en Virginia. Regresó para ser edecán y secretario de Simón Bolívar a quien acompaño hasta su muerte.
Por último el caso del merideño Federico Salas Roo, el abuelo de Mariano Picón Salas. Su nieto relató en Viaje al Amanecer que, al regresar de Paris en 1860, en plena Guerra Federal, la gente le decía que si en vez de un título de médico y muchos libros, hubiese traído fusiles, “otro gallo le habría cantado”.
Del Guzmancismo al renacimiento de la medicina
El 29 de abril de 1875 el Presidente de Venezuela, para la época, Antonio Guzmán Blanco, en ocasión de presentar la memoria y cuenta ante el Congreso Nacional, informó de la ejecución del Decreto Legislativo de 1873, mediante el cual habían sido enviados a estudiar fuera del país diez y nueve jóvenes.
El envío de jóvenes a realizar estudios en instituciones del exterior no concluyó, en el siglo XIX, con el fin de la actividad gubernamental de Guzmán Blanco.
El llamado “renacimiento de la medicina venezolana” entre el fin del siglo XIX y el comienzo del XX, como se ha llamado a ese período de la historia médica, contó con la incorporación de un grupo importante de profesionales de la salud, además de sus propulsores Luis Razetti y Santos Aníbal Domínici, quienes estudiaron en París, preparándose para la puesta en funcionamiento del Hospital Vargas de Caracas, decretado por el Presidente Andueza Palacios en 1891.
Los galenos venezolanos que estudiaban en París a principio de la década del 90 del siglo XIX se reunían, luego de sus jornadas de trabajo en el café Vachette del barrio Latino, para departir sobre sus diagnósticos médicos y los “recuerdos nostálgicos de la patria”. Espacio que no sólo es recordado por la presencia de estos venezolanos, sino por servir, en esos tiempos, para muchas de las tertulias literarias, de Rubén Darío, el escritor nicaragüense, quien recuerda el lugar en sus obras. De tal forma que, además de estudiar, pensaban el país y discutían sus muchos deseos por hacer cosas en Venezuela a su regreso. Y muchos de eso sueños los hicieron realidad y aún hoy perduran.
De la centralización andina a la Fundación “Gran Mariscal de Ayacucho” (siglo XX)
Cipriano Castro y una larga pensión: los estudios de Felipe Guevara Rojas
Felipe Guevara Rojas fue uno de los alumnos más aplicados de Razetti, ganó por concurso la condición tanto de estudiante externo como interno de los hospitales civiles de Caracas. Al cumplir los 24 años de edad, en 1902, se graduó de médico.
Por casi ocho años, desde noviembre de 1903 hasta septiembre de 1911, estudió subvencionado por el Gobierno Nacional, fundamentalmente anatomía patológica y embriología en la universidades de París, Berlín y Londres.
Al regresar al país, en 1911, se incorporó a la Universidad de Caracas. La vida de Guevara Rojas estuvo marcada a partir de ese momento por la circunstancia de estar en el rectorado de la Universidad de Caracas cuando fue clausurada la institución por el gobierno de Juan Vicente Gómez. Más adelante fue designado Ministro de Instrucción Pública (1913).
En agosto de 1916, Guevara Rojas, enfermó de fiebre tifoidea, y murió a los 38 años de edad. Pese a su excelente formación científica, como muchos otros jóvenes investigadores, las labores de administración universitaria y de actividad política lo sustrajeron de sus intereses académicos iniciales. No obstante ser un pensionado del gobierno de Castro continuó con el gobierno de Gómez y luego fue figura destacada en la administración de éste último. Fue sin duda una larga pensión educativa y una buena labor gubernamental, indistintamente de haber servido al gobierno del hombre de la mulera.
Juan Vicente Gómez: “Pensióneme Sr. Presidente”
En diciembre de 1908 el Presidente Castro dejó encargado de la primera magistratura a Juan Vicente Gómez. Salió de Venezuela para atenderse problemas de salud en Europa. No pudo volver ni a la Presidencia de Venezuela ni al país, murió en Puerto Rico en 1924. Pero esa es historia sabida.
En nuestra indagación sobre los pensionados para estudiar en el exterior, revisamos los discursos de presentación de la Memoria y Cuenta de los Presidentes de Venezuela de todo el siglo XX. Juan Vicente Gómez, en 1909, es el único quien refirió que Carmen Felicitas León estudiaba becada por el gobierno. A falta de más datos en este corpus documental de los discursos, podemos afirmar otra cosa: lo que sí existe, en el Archivo Histórico de Miraflores, son carta dirigidas a los presidente de Venezuela solicitando esa merced. Es decir, pidiendo una pensión para estudiar fuera del país.
Sólo en el año 1909 hemos encontrado 26 misivas con peticiones de esa naturaleza. Los temas de estudio que aspiraban realizar eran muy variados: la mayoría de ellos referidos a las artes: violín, pintura y escultura o para estudiar composición e instrumentación musical en Europa. Otro solo pedía apoyo para ir a perfeccionar, en la Scala de Milán, una ópera que había escrito para el Centenario de la Independencia. También, habían temas tecnológicos como agrimensura o estudios de marina civil. O la tradicional filosofía. De todas estas comunicaciones nos llamó la atención la de un personaje, quien abogaba para implantar la sericultura. Para ello solicitaba se le aprobaran Bs 90 mensuales para que un hijo suyo pudiera estar un tiempo en Europa y prepararse en estos menesteres. Para quienes no son conocedores del término: la sericultura es la actividad que se encarga de la cría de los gusanos de seda y por supuesto de la producción del textil. De verdad que los temas de las peticiones eran variados.
No sabemos si los signatarios de las cartas fueron escuchados. Lo que si conocemos es que en los años cuando mayor número de becarios salieron a estudiar, durante el gobierno de Juan Vicente Gómez, fue en 1911,un total de 14 personas, el mayor de los grupos, una misión de Militares que fue a Bogotá. Al año siguiente otro grupo de militares fue al Perú. En 1914, 8 estudiaron en Chile Pedagogía. En 1917, otro grupo fue a estudiar medicina a París. Por último, en 1935 salieron dos contingentes de venezolanos a estudiar, agronomía a Puerto Rico y veterinaria al Uruguay. El proceso fue continuo.
De Mérida a París: salió bachiller y regresó médico
Al tradicional mecanismo de conseguir financiamiento público para las pensiones de estudio, debe agregarse, el financiamiento familiar de muchos venezolanos para estudiar en el exterior. Hace tiempo entrevisté al merideño Dr. Pedro Guerra Fonseca, para tratar el tema de sus estudios en París.
Nos recibió y mostró una amarillenta libreta que cuidaba con esmero, ya por más de seis décadas, en donde, siendo un joven bachiller, escribió sus notas del viaje de estudios a Europa. De forma exacta nos comentó que había salido de Mérida el 12 de julio de 1925. Para el momento de la entrevista con nosotros habían trascurrido exactamente, 63 años y once meses. Tuvimos la fortuna que sus notas estaban allí y nos fue leyendo y recordando su viaje y muchas otras cosas más.
La narración del viaje es una odisea con detalles de horarios de salida y de llegada, medios de transporte y tal cual percance. La ruta del viaje fue de Mérida a Curazao y de allí hasta París a donde llegó el 12 de octubre del mismo año, tres meses mas tarde. En París lo esperaba un paisano que ya se le había adelantado en los estudios de medicina, también financiado por su familia: Rómulo Ruiz Dávila.
Todo se le complicó con la muerte de su padre en marzo de 1926.
Nos leyó algunas de sus notas muy duras de esos años: “… hace quince días que me estoy nutriendo con una sola comida diaria. Para mañana tengo solo 85 céntimos en el bolsillo”. El precio del café bajó en el mercado europeo, su pensión familiar no le llegaba y su padre ya no estaba, para ayudarle.
Una anécdota que deseo compartir con Uds. Ya casi terminando sus estudios, Rafael Vegas quien estaba en Francia, le invita a almorzar. Vegas le pregunta su opinión sobre el gobierno de Gómez. Y sí recibía ayuda para estudiar. Guerra Fonseca le dice que no ve con buenos ojos al gobierno pero, “él no se mete en política”. Las cosas quedaron hasta allí. A los pocos meses de la conversación Guerra Fonseca se entera que Rafael Vegas, junto con otro grupo de jóvenes y Delgado Chalbaud se embarcaron en el Falke e invadieron Venezuela. Con lamentables consecuencias para los insurrectos. No dudó Guerra Fonseca que el almuerzo y la conversación era para invitarle a participar en la invasión. Pero, el estaba dedicado a sus estudios y a concluirlos sin mas sobresaltos que las penurias económicas de su familia.
Pedro Guerra Fonseca regresó a Venezuela revalidó sus estudios en Caracas (1934) y se instaló en Mérida. Fue profesor de la ULA y llegó a ser su rector por escasos dos meses, entre abril y junio de 1936. Sus recuerdos sobre los estudios de medicina en París nos los relató un día de junio de 1989. Nos comentó que al llegar a Mérida tenía una gran deuda con su maestro Don Emilio Maldonado, que al comenzar a trabajar, fue cancelando poco a poco.
Termina la dictadura sin comenzar la democracia
Al morir Juan Vicente Gómez en 1935, le sucede en la Presidencia de la República, Eleazar López Contreras. En los treinta y seis años que van de 1899 a 1935 el promedio de quienes aparecen estudiando en el exterior no llega a seis personas anualmente (5,43 para ser exactos). En el período que va de 1936 a 1948 la cantidad de venezolanos subvencionados por el Gobierno, para estudiar fuera, pasó anualmente de cuarenta (40,38). Esto es un incremento importante de más de siete veces (7,43), pero además en solo doce años.
Lo que deseamos destacar aquí es que hay una sociedad y un Estado que se fue institucionalizando entre 1936 y 1948. Para ello requirió una capacidad profesional, que aprovechó el crecimiento de las universidades locales y también el regreso de muchos venezolanos que habían estudiado en el exterior.
Es posible que el problema de la institucionalización de la sociedad venezolana y del Estado no se haya estudiado suficientemente todavía. Creo que será un tema que en los próximos años requerirá volverse sobre ello, dado los deterioros que se han producido en los últimos años.
Tres Ministerios concentraron el mayor número de becarios para estudiar en el exterior entre 1936 y 1948. Primero el Ministerio de Agricultura y Cría que envió 118 personas, el 22,48% del total del periodo. En segundo término los funcionarios del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social que becó a 63 personas el 12% de quienes fueron subvencionados. En tercer lugar, los becados del Ministerio de Guerra y Marina que tuvo 252 estudiantes en el exterior, es decir casi la mitad de todos los que salieron en ese período de doce años, entre 1936 y 1948.
Con la llegada de los militares más jóvenes y profesionalizados y el partido político Acción Democrática a la máxima dirección política (1945-1948), la tendencia en el envío de jóvenes a estudiar al exterior, se mantuvo
El Triunvirato Militar y la siderúrgica de Guayana
El 24 de noviembre de 1948 la joven generación militar derroca al primer Presidente elegido por voto universal y secreto: Rómulo Gallego. Se instaura así una década de gobierno militar, primero dirigida por Carlos Delgado Chalbaud y posteriormente por Marcos Pérez Jiménez a quienes acompañó Luis Felipe Llovera Páez.
El rasgo más resaltante del periodo de la llamada década militar (1948-1958), sobre el esfuerzo del país en enviar jóvenes a estudiar al exterior, tuvo un cambio importante con la formación de personal para instalar la siderúrgica de Guayana, a cargo de la Oficina de Estudios Especiales (OEE). La Dependencia estuvo dirigida inicialmente por Llovera Páez y fue adscrita directamente a la Presidencia de la República con Pérez Jiménez.
En total se esperaba capacitar a 91 personas, no obstante, el total de las personas que recibieron financiamiento para prepararse en el campo de la siderúrgica se elevó a 434 personas, cuatro veces más de lo previsto.
Con la caída de la dictadura militar, el programa siguió e incluso se amplió pues en el año 1959 estuvieron becados para este programa 205 personas. Así mismo, la planta siderúrgica de Matanzas, se continuó construyendo y produjo su primera colada en 1962, ya bajo la Presidencia de Rómulo Betancourt. La mayoría de los becarios del programa de OEE trabajaron en la planta siderúrgica y tuvieron importante figuración en las empresas estatales de Guayana. Sin duda un interesante ejemplo de continuidad administrativa.
Con la caída de la dictadura militar de Pérez Jiménez, continuará el financiamiento para estudiar en el exterior, pero se producirán cambios en su orientación.
De la dictadura a la democracia: un cambio paradigmático
Con el advenimiento de la democracia, a partir del 23 de enero de 1958 y hasta fines de 1973, ocurre una variación al orientarse los programas de becarios al exterior hacia la formación de doctores y estimular con ello la formación de una incipiente capacidad científica y tecnológica interna. Luego, con el establecimiento de la Fundación “Gran Mariscal de Ayacucho”, la diferencia fue en el número de becarios y lamentablemente en disminuir –relativamente- el interés por los niveles de postgrado y en particular de PhD.
En el primer momento fueron las universidades, en particular las llamadas autónomas, así como el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT), las instituciones que marcaron la nueva dirección. Es decir formar una incipiente capacidad científica.
Las estadísticas que hemos recogido del programa de becarios en el exterior del IVIC, entre 1960 y 1975, arrojan un total de 621 becarios en más de 38 especialidades.
En el caso del CONICIT es digno resaltar, la cantidad de becarios que se elevó entre 1970 y 1986 hasta 2.268 beneficiarios, cifra desconocida hasta ese momento. De ese total, las subvenciones aprobadas para hacer estudios en el exterior fueron poco más de la mitad (54%).
El impulso que el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez (1974-1979) hizo, para formar venezolanos en el exterior, asumió rangos simplemente gigantescos, con el establecimiento de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, en 1974. Fue, sin duda alguna, parte de la renta petrolera mejor invertida, en esos años.
Al final del siglo XX, la FGMA tuvo la lamentable consecuencia de minimizar los esfuerzos de otras instituciones para enviar jóvenes venezolanos a estudiar fuera del país. Con el llamado viernes negro, la FGMA se convirtió casi en la única institución financiadora de estas actividades. Y para comienzo del siglo XXI, ya no había becas sino créditos educativos. Desafortunadamente, se pensó que nunca sus recursos fueran a agotarse, ni que el valor relativo del Bolívar se devaluara en las dimensiones que ha ocurrido, ya en el siglo XXI.
Queremos cerrar nuestras palabras sobre el siglo XX, y los becarios venezolanos en el exterior, con la reiteración de nuestro llamado de atención sobre el tema de la institucionalización de la sociedad venezolana.
Para tener una sociedad de progreso se deben crear instituciones que atiendan las necesidades sociales y para ello hace falta técnicos, especialistas y capacidad profesional. La historia venezolana del siglo XX es rica en las experiencias de la modernización y del establecimiento de instituciones que nos permitieron entre otros muchos logros colectivos contar con la red de carreteras que unió al país, establecer la salubridad pública y privadas y ponerle freno a muchas endemias como el paludismo, la fiebre amarilla y la tuberculosis y muchas otras más; fundar una capacidad de producción agroalimentaria relativamente eficiente; electrificar la casi totalidad del territorio nacional; dar educación primaria y secundaria a un alto porcentaje de los niños y jóvenes venezolanos; explotar nuestras riquezas del petróleo y el hierro con solvencia para competir en el mercado internacional; pacificar al país y establecer unas fuerzas armadas profesionales. Tener universidades en donde la producción de ciencia y tecnología fue una realidad importante. Muchas de esas actividades sociales hoy se encuentran en franco deterioro. ¿Cómo ponerle freno a ello?. Debe estudiarse y ejecutarse. No será asunto de mera voluntad. Hay que saber qué hacer y ello sustentado en el estudio de nuestra realidad y de las experiencias internacionales. Politizar las instituciones es acabarla. Hay que revertir esa tendencia.
Entre el intercambio académico inverso y la diáspora venezolana (Siglo XXI)
Las políticas de formación de especialistas en el exterior, han estado influenciadas por las ejecutorias del llamado socialismo del siglo XXI, en los diez y ocho años transcurridos de ésta centuria. Sin embargo, a fines del siglo pasado ya se percibían los cambios por venir que hoy, son una realidad: suspensión del financiamiento público; disminución de la cantidad de profesores marchando al exterior para lograr los grados de PhD; aparición de la diáspora –primero en forma tímida y ahora acelerada- de muchos profesores universitarios; opacidad en el uso de los recursos financieros gubernamentales para el otorgamiento de las becas. En fin, deterioro de la institucionalidad, referida a la formación de capacidad de investigación académica y de otros actividades públicas. Situación esta última que hoy, es un ejemplo vergonzoso en el caso de la electricidad. Cada una de estas realidades las podemos percibir interrelacionadas y con más detalle, en tres casos específico que abordaremos seguidamente.
Programa Talven, primeras señales de la diáspora
Ver el intercambio académico desde fuera del país y relacionado con investigadores venezolanos que hubieran emigrado fue una visión adelantada que tuvo Francisco Kerdel Vegas es un médico (dermatólogo) venezolano que ha sido embajador del país tanto en el Reino Unido como ante la sede principal de la UNESCO en París. En esta última actividad logró, en 1994, que la institución rectora de la ONU financiara un programa para que venezolanos que habían recibido becas de la FGMA y trabajaban en instituciones académicas en el exterior, se relacionaran con sus pares en el país. Ya en el 2013, 197 venezolanos habían venido al país y realizado actividades con sus colegas nacionales. En una entrevista en 2014 el creador de este programa para el intercambio inverso de talento dijo: “la importancia y hasta necesidad de TALVEN es directamente proporcional al éxodo de talento venezolano al exterior y por lo tanto se ha potenciado con la reciente emigración, sobre todo de graduados universitarios jóvenes en los últimos 15 años, que se estima sobrepasa un millón de personas.”
El llamado viernes negro (de 1983) durante la presidencia de Luis Herrera Campins (1979-1984), así como el control de cambio (de 2003), bajo el gobierno de Hugo Chávez Frías, dio un impulso a la emigración de venezolanos, inicialmente con estudios universitarios. ¿Cuántos venezolanos han salido? Es difícil conocerlo y ello cambia cada día, aunque se indica que son millones. Así, de receptores, y de ir a estudiar al exterior y regresar el país en los siglos XIX y XX, nos hemos convertido en emigrantes y a una tasa muy alta.
La ULA y sus becarios en el exterior
Algunos números sobre los becarios de la ULA, en el siglo pasado, contrastan dramáticamente, con lo que ocurre actualmente. Por ejemplo, en 1979 hubo 296 profesores becarios, 11,40% de toda la planta profesoral. Casi una década después, en 1987, la cifra de profesores becarios había bajado a 107, el 4,67% de toda la planta profesoral, dos veces y media menos que ocho años antes. Más recientemente, en el 2015, había tan sólo 65 profesores becarios que representaban el 2,32% de toda la planta profesoral. Casi la mitad estudiaba en instituciones españolas (49,23%) y un tercio de ellos lo hacía en instituciones de Barcelona.
De tal manera que, quienes deseen obtener el PhD. fuera del país o realizar intercambio científico con sus pares en instituciones del exterior, deben buscarse el financiamiento en instituciones del exterior. La situación que mostramos no sólo afecta a la ULA, sino al resto de las instituciones universitarias del país.
No es poca cosa lo que está en juego, a pesar de que se puede ver como un problema personal, de unos pocos. Creemos que los hechos nos han arrollado. Lo mas grave sería acostumbrarnos a tener cerradas nuestras fronteras al conocimiento y aislarnos intelectualmente del resto del mundo.
Las transformaciones “revolucionarias” de Fundayacucho
La historia de los programas oficiales venezolanos de becarios para estudiar en el exterior es muy amplia, como hemos mostrado. El Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, establecido en 1974, ha sido por su dimensiones, la institucion más importante.
Cuando el programa creció y los recursos fallaron se pasó de la beca total al crédito educativo, a muy bajos intereses. Hugo Chávez Frías al llegar al gobierno (1999) eliminó el compromiso de pagar a quienes hubieran recibido financiamiento y las becas siguieron, por supuesto ya más restringidas.
Parra-Sandoval divide el análisis de Fundayacucho, entre dos períodos: 1974-1999 y 1999-2014. Por nuestra parte diremos: pese a los cambios políticos ocurridos hay al menos tres aspectos similares a lo largos de los cuarenta años de existencia de la institución.
El primero, la falta de información pública de las actividades y de los datos que deberían generarse con el programa. Lo segundo es que, tanto en uno como en el otro período, la cantidad de becas y créditos, según áreas de conocimiento, tienen dos particularidades similares: pocas subvenciones en ciencias básicas y muchas en ciencias aplicadas de la ingeniería y de las tecnologías. Y lo tercero que podemos extraer de la lectura del trabajo de Parra-Sandoval y de nuestra experiencia sobre el tema es que la mayor cantidad de becas otorgadas, en ambos períodos, por Fundayacucho son de pregrado (licenciatura, ahora TSU y otros niveles), mientras las de postgrado son mayoritariamente de maestría y en mucha menor cantidad de PhD. Con lo cual se pone en duda su impacto para el desarrollo de la ciencia y la tecnología y por supuesto la aplicación de la investigación en ciencia y tecnología en la actividad económica del país. Pero, esto último ni siquiera se lo propone la institución en la época del socialismo del siglo XXI.
Oteando el horizonte: conclusiones
La realidad de la gestión publicas y privada dirigida al financiamiento de venezolanos para realizar estudios en el exterior durante casi dos siglos, es mucho más compleja de lo expresado en nuestras palabras. Solo hemos presentado un vuelo rasante, que busca destacar la importancia de esta experiencia venezolana.
Hemos dedicado buena parte de nuestra vida académica universitaria a investigar la experiencia de los estudiantes venezolanos en el exterior y a difundir nuestros hallazgos. Pese al panorama tan lamentable que hoy se vive, somos optimistas de lo que ocurrirá en el futuro sobre el tema.
La sociedad venezolana tiene una larga tradición de apertura hacia las experiencias innovadoras que se dan en otros países. En el pasado por recibir a ingentes cantidades de profesionales de otras sociedades y por salir tantos nacidos aquí a estudiar en centros internacionales de excelencia académica.
La presencia actualmente de millones de venezolanos en el exterior no van a frenar los deseos de las jóvenes generaciones a seguir el camino de sus ancestros, de estar abiertos al mundo. Al contrario lo van a acrecentar.
Hemos mostrado que en los siglos XIX y XX la capacidad profesional producida por las universidades nacionales, así como la formada y perfeccionada en el exterior y la que se generó por la inmigración fue fundamental para articular el país, modernizar la economía y crear cientos de instituciones públicas y privadas para atender la salud, la alimentación, la seguridad y las más diversas necesidades sociales. No hay razón para que ello se detenga en el futuro.
Es indudable que no se repetirán las situaciones históricas tal como ocurrieron en el pasado, pero el tejido social, económico y político se reconstruirá, con las características que los tiempos venideros nos ofrezcan.
Seguros estamos, de volver a ver a jóvenes venezolanos formándose y especializándose en los diversos campos del saber, con el espíritu emprendedor que tuvieron en el pasado sus abuelos y sus padres, en el amplio espectro de las oportunidades futuras.
No tenemos la menor duda, estamos absolutamente seguro, volveremos a ser lo que siempre hemos sido: una sociedad abierta al mundo.
Agradecimientos
Siempre hemos dicho que el trabajo intelectual, pese a su aparente soledad, es la más social de las labores. Deseo reconocer a las muchas personas e instituciones que nos han facilitado realizar esta investigación y concretar las palabras de hoy.
En primer lugar agradezco a Mérida. Mi ciudad y la de mis ancestros. Quiero permanecer aquí, disfrutar y hasta sufrir de sus vicisitudes. No pudiera escribir una línea en otro lugar como lo hago frente a la majestuosa Sierra ayer Nevada, siempre inspiradora.
A la Universidad de Los Andes, mi alma mater. A ella le debo todo lo que soy. Mis estudios, mi forma de vida, allí están o estuvieron mis amigos más entrañables.
A la Academia de Mérida que nos ofrece un espacio para la discusión y el aprendizaje, al ponernos en relación semanal con tantos temas interesantes y personajes ilustres.
Finalmente a mi familia. A Nelly la escucha inteligente de mis ideas y proyectos. La crítica sin tregua. La compañera y amiga. A mis hijos y mis nietos a quienes he quitado parte de su tiempo para enfrascarme en nuestra actividad académica.
En fin, agradecer a la vida, por darnos tantos y tan buenos momentos, incluso en media de las dificultades que hoy vivimos.
Gracias, muchas gracias a todos, buenas tardes.
Dr. Humberto Ruiz Calderón
HRC/24.04.2018.